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unos límites estrictamente finitos y a medirlo todo por la ley de la eficiencia material. En vez de ayudar a mantener en crisis el corazón del hombre, en esa crisis provocada necesariamente por el estado de crucifixión que corres= ponde a toda vida auténtica en cuanto humana y aún más en cuanto cristiana, se busca la seguridad, el echar raíces mediante la acción sobre el mundo, el perfeccionamiento de las estructuras económico=sociales y la explotación de las riquezas materiales y de las formas culturales nuevas. Así, una porción del hombre — y justamente la inferior— absorbe todo el ser y le engaña con el señuelo de la materia aceptado en sí mismo y por sí mismo, con el intento de asegurar él su vida. (6) Resumiendo: Según estas concepciones, auténticamente mundanas, del mundo éste es: una manifestación maravillosa del poder de Dios que nosotros podemos aceptar a la primera sin compromiso ético alguno, o el «pleroma» y la forma positiva existencial del mal, o la materia en triunfante y progresivo desarrollo. Y dentro de ellas el hombre es para los optimistas un feliz explo= tador que comercia con los bienes ofrecidos por Dios; para los pesimistas, un elemento desintegrador que aumenta las razones de angustia de cualquier ser consciente ante las cosas; para los materialistas de nuevo cuño, un con= trincante en el goce de los bienes materiales con el que quizá alguna vez pueda llegar a entenderse por medio de una pacífica coexistencia en que se mantenga el derecho de cada uno a tener su plato en el festín de la vida. 12 En sayo teológico sobre el C on ce p to cristiano d e l mundo II CONCEPTO CR IST IANO DE MUNDO Ahora bien, frente a estas diversas e imperfectas o falsas concepciones sobre el mundo... ¿Qué es lo que piensa Dios y qué es lo que puede pensar un cristiano? ¿Cuál es el concepto auténtico y cristiano de mundo? Vamos a intentar dar una respuesta, que sea al menos provisional y sirva mientras aparezcan nuevos estudios sobre el tema, exponiendo la que a nuestro jui= ció es la única posible interpretación teológica y cristiana de la creación en su conjunto. Para ello, habremos de tener en cuenta que el mundo es una realidad cuyo desarrollo a través de los siglos y en el plan actual de Dios, incluye tres estadios o signos, los tres auténticamente históricos — aunque no de la misma duración, a veces coexistentes, y el último sólo completo y perfecto en el gran día del Juicio Final— , y los tres enclavados dentro de la ( 6 ) Es bien palpable la preocupación del Magisterio de la Iglesia por atajar este mal endémico de la civilización occidental contemporánea. Vienen enseguida a la memoria, como más significativas, una reciente Pastoral colectiva del Epis­ copado norteamericano sobre el tema y el Radiomensaje de Navidad, pronun­ ciado por el Papa en ef pasado año,

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