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Pero esta primera impresión es sólo superficial. En seguida nos damos cuenta de que queda algo por decir. Al ahondar en el problema se advierte que de la Cruz parte siempre un reguero de vida y de fecundidad. Esa crucifixión es la que conduce a la consumación de todas las cosas en Cristo; obra que está encomendada a la Iglesia y que van haciendo real poco a poco los cris= tianos con el desarrollo de su actividad dirigida e impulsada interiormente por la gracia del Espíritu, hasta que la consumación llegue a su estadio final y perfecto en el último día de la historia. En ese momento, cuando el mundo va quedando subjetivamente redimido en el corazón del hombre la Iglesia le acepta y le bendice, consagrándole para la gloria de Cristo — y este es el sentido profundo de las bendiciones que con= tiene el ritual romano— . De manera que la Iglesia viene a ser la forma divina del mundo, el sacramento y la acción de gracias de la creación restituida al Verbo, el sentido divino de la tierra. Claro está que esto se logra paso a paso, porque la Iglesia — que es la ciudad de Dios opuesta al mundo, según compa = ración feliz de un pastor protestante, tomada de la situación política por la que atravesaron algunos países en la última guerra y de la que actualmente se desarrolla tras el telón de acero, ES UN MOV IM IENTO DE RESIS= T EN C IA EN UN PAIS OCUPADO. En efecto, este mundo magnífico que Dios creó se pasó al enemigo por el pecado, entregándose a una potencia extranjera y haciéndose vasallo del poder de las tinieblas para quedar bajo el dominio del Maligno. Cristo vino a luchar contra ese reino — el símbolo externo de esta ucha fueron las cura= ciones de posesos y lanzamientos de demonios— , pero, por eso mismo, el mundo, como buen vasallo del Diablo, tomó a Cristo como un usurpador y le crucificó el Viernes Santo. La batalla final, sin embargo, la tiene ganada Cristo. Mientras tanto, la Iglesia debe seguir la obra de conquista iniciada eficazmente por Jesús. Desde su fundación se desarrolla como una quinta columna en un país ocupado, tratando de organizar la resistencia, de agrupar el mayor número de hombres que trabajen por la liberación del mundo para sacarle de la esclavitud del diablo y de aunar a los cristianos en una gran cons= piración de hijos de Dios que lleve a cabo esta liberación hasta que llegue la venida del Señor y la hora en que pase el mundo y su gloria y se haga un cielo y una tierra nueva. Entre tanto, la Iglesia es militante. Cristo vino como luz del mundo y luchó contra la ceguera de los que no querían ver, y sus discípulos siguen empeñados en la batalla, con la garantía de su promesa de que al fin la fe de ellos vencería al mundo. Esta lucha tiene como finalidad restituir al Verbo lo que es suyo, hacer real su poder de primacía sobre la creación, conseguir que cada cosa del universo esté en su puesto en la hora de la integración total del universo en Cristo. Por eso, el estadio actual del reino se concibe como algo dinámico y progresivo que tiende a que todo en la creación y en el corazón de los hombres esté activamente subordinado al fin sobrenatural y, por tanto, a Dios; a que la renovación cósmica que empieza con el misterio pascual se vaya ampliando hasta que el Espíritu renueve totalmente la faz de la tierra y los vestigios del creador revelen eficazmente la potencia divina. El cosmos y el hombre tienen, pues, una única historia de pecado, espe= ranza y salvación de la que el hombre es responsable. Cada uno de los cristia= 22 En sayo teológico sobre el C on c e p to cristiano d e l mundo
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