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gelio de San Lucas, tiene una preciosa interpretación de esta doctrina de la crucifixión, ejemplarizándola en la historia evangélica de los dos ladrones muertos junto al Señor. Per dúos latrones intelliguntur caro et mundus, qui sunt crucifigendi ad hoc ut spiritus noster in cruce Domino offeratur, sicut Jesús. Crucifigenda est caro sicut dexter latro, secundum illudad Galotas quinto: Qui autem sunt mundi carnem suam crucifixerunt, ect...; mundus et latro sinister; ad Galotas ultimo: Mihi mundus crucifixus est et ego mundo. Et tune spiritus in medio crucifigitur cum Christo, ut dicat cum Apostolo ad Galotas: Christo confixus sum Cruci. Vivo autem, iam non ego, vivit vero in me Christus ( 10). Es necesaria esta crucifixión que liberte al mundo de la herencia pecaminosa de tipo social que ha recibido, y esta crucifixión se logra mediante la pobreza y el desprendimiento; renunciando al amor natural de los valores temporales para amarlos luego con un amor redentor que sea capaz de suscitar criatu* ras nuevas y nos permita encontrar cada cosa renovada; cumpliendo la ley cristiana del éxodo del mundo, de la Pascua, por medio del éxtasis hacia Dios; llevando a la práctica la bella concepción bonaventuriana. No debe extrañar nada de esto. Todo el misterio cristiano está sombreado por la muerte y la Cruz, que son como el negro que hace resaltar los colores del cuadro. Y este sacrificio y esta muerte son para el cristiano símbolo de resurrección y condición garantizada de éxito. No es que la Iglesia defienda el pesimismo protestante, según el cual el mundo fué corrompido. Porque cuando nos anima y exhorta a fomentar en nosotros'el temor y hasta el odio al mundo, no es en un sentido psicológico — lo que para un cristiano no debiera concebirse, a pesar de los aspavientos de ciertos ascetismos— , sino sólo en sentido ético, en cuanto significa desasimiento absoluto de las cosas antes de haber sido purificadas por la crucifixión, para evitar que nos posean ellas en vez de ser poseídas por nosotros. Que es lo mismo que afirma San Buenaven= tura, aunque usando diversa fórmula: Mundus non est contemnendus ut parvum et vilem donum Dei, sed est quasi nihil reputandus comparatione tamonmoris Dei. Por esto, el cristiano debe repetir cada día, con San Pablo: Mihi mu= ndus crucifixus est et ego mundo. Es decir, gracias al amor redentor inspi= rado en la Cruz de Cristo, la esfera de deseos y ambiciones pasionales, de ambiente, de actitudes nacidas del espíritu de rebelión que caracteriza al mundo en pecado..., ha sido en mí crucificada — de una manera permanente, según la expresión del texto griego— , puesto que he muerto al mundo cor= tando mis relaciones con él. En la economía cristiana esta renuncia, sin embargo, no es algo meramente negativo, como pudiera parecer en el prU mer momento, sino que contiene un germen de inmensa eficacia que lleva en secreto la renovación y la fecundidad. En efecto, si se pierde todo, es para salvarlo todo. La antigua ascética interpretó la idea evangélica de otro modo. Creyó que el pensamiento de Jesús era perderlo todo... para tener a Dios. Y esto es verdad. Pero no es toda la verdad. Se pierde todo para salvarlo todo. Pero además de tal manera que esta actitud no sea solamente un derecho, sino una obligación. Si es obligatoria la crucifixión es porque también es obligatoria la conquista. Y es de esta manera como se comprende que la idea cristiana es una analogía del misterio de Cristo, el cual, por la muerte, nos trae la vida. El sigue hoy interponiendo entre nosotros y el mundo su vida crucificada, haciendo que 20 En sayo teológico sobre el C on c e p to cristiano d e l mundo

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