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P. Julio ele Am a y a , O. F. M . Cap. 19 que esta actitud es estrictamente ética y desmesuradamente negativa para que sea adecuada y perfecta espiritualmante, y podría hacer caer a alguno en un pesimismo absoluto acerca del universo, que no sería ciertamente cris= tiano. Tratemos de ampliar el panorama y sacar las consecuencias. ASOMA AHORA EN EL HOR IZONTE EL M IS T ER IO DE LA CRUZ. Un cristiano no puede olvidar que al mundo, si le perdió el pecado de Adán, le salva la Cruz de Cristo. Efectivamente, Cristo, Rey universal de la creación es no sólo Cabeza de la Iglesia en sentido estricto, sino Cabeza del cosmos, en razón de su supremacía sobre todo lo creado. Ahora bien, esta supremacía y capitalidad, aunque en diverso grado y modo, tiene también un valor soteriológico, como consta del uso que hace San Pablo de la voz «Cabeza» referida a Cristo. Cristo es Cabeza porque es Salvador, no sólo por ser principio del universo. Y los hombres y el cosmos reciben su ¡nfluen= cia salvadora cada uno en forma propia y peculiar, pero ambos formalmente. Pero con El, con Cristo, vuelve todo el cosmos, por tanto, a encontrar su sentido y a entrar de nuevo en el camino de Dios, al menos de derecho. Cada cosa que toca Jesucristo, cada obra que acomete, es como una curación de las criaturas, como una purificación universal. Cuando Cristo sonríe, queda puri= ficada la sonrisa, cuando trabaja, el trabajo adquiere un valor nuevo; cuando ama, el amor es sublimado...; cuando muere, la creación se conmueve y participa también de su sangre, que cae sobre el mundo como una lluvia expiadora que todo lo renueva. Con razón, puede decir por eso San Buena= ventura: Certe congruum fuit ut qui médium tenebat in throno médium teneret in officio, et qui médium in via fuerat creationis médium existeret in via recreas tionis, ut per Verbum mundus reficeretur, per quod fuerat factus. Est autem Christus congruum médium primo mirabilis colligantiae in incarnatione; secundo, regularis disciplinae in conversatione; tertio, vitalis influentiae in passione. Y esta influencia vital de su pasión y de su vida es la que traza al mundo un nuevo camino y le abre otra vez la posibilidad de salvación ( 9 ) . Ahora bien; la redención no está realizada más que en germen, en prin= cipio, objetivamente. Falta llevarla a cabo en cada caso, aplicarla, hacer des= aparecer lo satánico que desde el pecado viene en las cosas superpuesto a lo divino; escuchar el gemido de la creación que pide ser libertada de la vanidad. Y esto sólo pueden hacerlo los que son de Cristo, los hijos de Dios, los que no son del mundo. Pero ¿cómo? Aquí está el misterio: M ED IAN T E LA CRUZ Y ADQU IR IENDO EL SEN T IDO L IBERTADOR DE CR ISTO . Negándole y sacrificándole, clavándole en la Cruz, para que luego de pasar por ella y subjetivamente redimido en el corazón de cada hombre, pueda pasar e integrar el reino de Dios abandonando el reino del pecado y del Diablo. Creyendo y haciendo realidad la palabra de Jesús en el Evangelio: «En verdad, en verdad, os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, quedará solo; pero si muere llevará mucho fruto. El que ama su alma, la pierde, pero el que aborrece su alma en este mundo, la guardará para la vida eterna.» El seráfico doctor San Buenaventura, comentando el capítulo 2 3 del Evan= (9 ) C fr . Commentarium in Evangelium. Lucae, c a p . X X I I I , v e r s . 4 0 ; V I I , 57 6 .

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