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reino de Cristo está poco extendido, razón por la cual se dan más posesos en países de infieles. Unos hombres vencen sus sugerencias y tentaciones no dejándose seducir por los atractivos y la fascinación del error que invita a una soberbia indepen= dencia de Dios. Otros se hacen instrumentos suyos y tratan de interrumpir o retardar la vuelta de los hombres y las cosas hacia Cristo. El prototipo de los hombres mundanos, entregados al poder de Satanás y responsables de que la creación siga sujeta a la vanidad, será el anticristo... Por todo lo cual d) Cristo condenó al mundo .— Advirtió que ya estaba juzgado para su perdición por rechazar la salvación que se le ofrece, no quiso rogar por él. No es que con ello haya reconocido la licitud de un dualismo ontològico al que los hombres se han visto frecuentemente tentados, un reino del mal que tenga incapacidad radical de salvación por no recibir su eficacia redentora; pero sí un dualismo terminológico con el que se expresa la actitud de quienes pudiendo admitir a Cristo actualmente reniegan de El, y la actitud permanente de quienes no son elegidos y seguirán siendo perennemente mundo y por los cuales ya es inútil cualquier oración, desde el punto de vista de Jesús. En tal sentido, todo lo que caiga en el ámbito del mundo: tendencias y actividades, hombres y cosas..., desde un punto de vista escatològico, es totalmente inútil. A la luz de la teología, no tienen sentido histórico alguno. Y éste viene a ser uno de los mayores fracasos de quienes convierten el mundo, que debe ser templo del poder de Dios, en reino sometido al Enemigo. Cada una de sus obras será desechada y tratada como una piedra que se tira fuera del ca= mino... Así, pues, tal como acabamos de describir al mundo en período de peca= do, podríamos definirle con cierta garantía de aproximación: LA UN I VER* SAL IDAD DE LA CREAC ION EN PECADO O R IG INA L , el universo, el espíritu y la materia, los hombres y las cosas en rebelión contra Dios, de la que nunca se arrepentirán los espíritus malos trabajando para continuar su reinado sobre el mundo e inspirar el pecado a los hombres y de la que éstos y las cosas pueden librarse todavía, como veremos en seguida. 2. May que renunciar al mundo .— Ahora bien, frente al mundo en este trance de pecado — que es el mundo en que nosotros vivimos— , ¿qué actitud debe guardar el cristiano?— . La respuesta nos la dió San Juan: No se puede amar al mundo, cuyo contenido se resume en las tres concupiscencias, ni lo que es del mundo. De tal manera es incompatible este amor con el de Dios, que, como afirma Santiago, la amistad de este mundo es enemiga de Dios y el que se dejase vencer por ella cometería un adulterio espiritual, como llama la Biblia a estas relaciones al contarnos la histria religiosa del pueblo de Israel. Por tanto, cuando la necesidad lo imponga — y siempre supuesta la cru= cifixión— , debe usarse de él como si no se tuviese, porque pasa como una escena de teatro y acaba por desaparecer como cosa caduca y fugitiva, porque aunque se pierde como una saeta que vuela, se nos puede ir a clavar en el corazón, como dice bellamente San Buevaventura, porque lo contrario hace perder la libertad interior y la simplicidad de alma. En resumen: Porque no se puede servir a dos señores. Con todo, hemos de advertir sinceramente, ]P, Ensayo teològico sobre el C o n c e p to cristiano clel munclo

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