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P. Julio d e Am a y a , O. F. M. Cap. 17 al mundo del pecado los hombres porque rechazan la vida que Dios les quiso dar por medio de su enviado, Jesucristo, a quien odiaron. Al rechazarla, se hacen enemigos de Dios y constituyen el mundo del que Jesús decía que no necesita ser juzgado, puesto que se ha juzgado a sí mismo al rechazar al en= viado que podía restituirle la vida perdida y odiar a quienes dejaron de perte= necer al mundo por recibir la revelación del amor de Dios por el Verbo En= carnado. Los que no rechazan la vida que trae el Unigénito, aunque están en el mundo, no son mundo sino Iglesia y reino de Cristo. Bajo este punto de vista, el vocablo adquiere una acepción personal y ética que se manifiesta clara= mente, por ejemplo, cuando se llama a Adán «Padre del mundo», por serlo de los hombres pecadores, y se dice que Cristo es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. Las cosas, por su parte, son pecado, o están en pecado y son mundo, por= que no se subordinan al bien sobrenatural y, destruyendo el orden y jerarquía zación de valores, se vuelven no sólo ineficaces para la salvación — «¿Qué te importa ganar todo el mundo si pierdes tu alma?»— , sino hasta verdaderos obstáculos que apartan a los hombres de Dios. Es como si continuamente estuvieran recibiendo una participación de la maldad de los hombres mun= danos, que luego, de rechazo, se volviera contra ellos y agravara más la rebe= lión contra Dios y el sometimiento al pecado. b) El mundo del pecado es como un reino. — A él pertenecen personas y cosas; las personas, como ciudadanos; las cosas, como bienes de ese reino. En realidad, sus bienes son bienes usurpados, pero temporalmente sometidos al pecado y a los pecadores. Este reino y sus ciudadanos luchan contra el reino de Cristo y los que le siguen, por lo cual el mundo odió a Cristo y ha odiado siempre a los que han oído su mensaje. (Obsérvese, por ejemplo, la táctica del comunismo, que es una verdadera encarnación histórica — aunque, dasgraciadamente, no única en la actualidad— de la idea de mundo como reino sometido al pecado. Algo tiene siempre que ver con esto, a nuestro parecer, la muralla que el mundo crea entre quienes tratan de vivir profunda» mente de la vida de Cristo y los demás hombres. Recuérdese el malestar y hasta el odio que muchas veces provocan los santos a su alrededor: combatU dos siempre por el mundo y a veces hasta por quienes, sin ser enteramente del mundo, participan algo de su pecado.) Pero nada de esto tiene que extrañar» nos porque c) Ese reino está gobernado por Satanás.—Mundus totus in Maligno positus est, dice por eso San Juan. El diablo, en efecto, es el Príncipe de este mundo. El universo en pecado viene a ser como una gran persona colectiva sujeta a su poder. San Buenaventura lo advierte claramente: Omnes qui carnem se= quuntur et mundum sequuntur, consequuntur et Diabolum, tyrannum utique pessimum (8). Esta tiranía y el dominio de usurpación que le confiere estriba en lo malo que hay en él y en lo malo que hay en el mundo. De él arranca esta rebelión; él es el «moderador» del mundo, el que sugiere el mal y lo alimenta ejerciendo un poder de dirección que se manifiesta particularmente donde el ( 8 ) Cfr. Sermones de Sanctis. De Sanctis Apostolis Petro et Paulo. Senn. 3 p. l; IX, 553.

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