PS_NyG_1954v001n001p0211_0220

214 Hacia un mun d o nuevo preludia el contenido de su libro. También comparte con O. Spengler la distinción neta entre cultura y civilización. Para Huizinga tres son los re­ quisitos necesarios para una verdadera cultura: primero, dominio de la na­ turaleza, no sujección a ella; segundo, ideal de elevación moral y salvación; tercero, equilibrio entre los factores materiales y espirituales, sobre todo mo­ rales. De aquí su definición de cultura: «La cultura existe como estado de una colectividad, cuando la dominación de la naturaleza en el orden ma­ terial, moral y espiritual mantiene una situación de nivel superior al que pro­ ducen las relaciones naturales, siendo rasgos distintivos de ella el equilibrio armónico de los valores espirituales y materiales v un ideal esencialmente homogéneo al que tienden las diferentes actividades colectivas» (=;). La ci­ vilización, por el contrario, es para Huizinga el remate esquelético de la cul­ tura cuando muere. Son estas ideas paralelas a las de Spengler. En lo que difiere radicalmente Huizinga de Spengler es en el análisis de este hecho aterrador. Nada de biologismos culturales ni de fatalismos en la mente de Huizinga. La cultura muere actualmente por una falsa educa­ ción de los espíritus. A l análisis de esta falsa educación dedica las mejores páginas del libro. La ciencia está hoy día falseada en las mejores inteligencias, porque no obstante los magníficos progresos de la técnica, se halla corroída por el escep­ ticismo. «El antiguo e ¡lustre «así es» se reduce a un «se presenta como», dice textualmente. El juicio se halla debilitado, porque, apesar de estar mejor informados, «nunca como hoy la necedad ha celebrado tales orgías en todo el mundo : la necedad en todas sus formas, la baladí y la ridicula, la malvada y la perni­ ciosa» (6). 'Nuestras informaciones exageradas turban el propio pensamiento y con la petulancia de nuestro saber quedamos a merced de la lectura de nuestro diario o del anuncio callejero, tan explotado por el comerciante pre­ cisamente por nuestra debilitación general del juicio. Con implacable análi­ sis psicológico acomete Huizinga contra los principales factores de este de­ bilitamiento del juicio. Uno de los peores lo ve en el cine por la incalcula­ ble dosis de pasividad que provoca en el espectador. «Entre el teatro v el cine — escribe— hav la misma diferencia que entre contemplar un juego v contemplar la sombra de un juego». Y , sin embargo, «la juventud actual ha adquirido la «mirada cinematográfica» hasta un punto que asombra a sus padres. Todos estos nuevos rumbos de orientación espiritual significan la in­ habilitación de grupos enteros de funciones intelectuales. Es notoria la dife­ rencia de actividad intelectual que existe entre la atención necesaria para se­ guir una comedia de Moliere y la que se aplica para ver una película... Hay (5) o. c.. í>. 42. ( 6 ) o. c.. p. 64.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz