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P . Cesáreo d e A rm e lla d a 1 9 5 hijo y de los parientes muertos en los que quedan vivos: dos grandes capí­ tulos, que etnográficamente se denominan «couvade» y «asarakpué». 8 . La sustitución de la persona o cosa por su nombre, máxime cuando éste no es impuesto al azar o pensando sólo en la eufonía, sino que es ono- matoyéyico, de sonido o movimiento, y parece brotar del ser o éste, como en el caso de los pájaros, parece norbrarse a sí mismo, es algo también muy extendido y aceptado por todos los hombres de la tierra. Y aquí estamos en el punto álgido de los ensalmos y de lo que significa para los indios invocar o, como antes dijimos, vocear con énfasis y repetición ciertos nombres. No hay duda que para ellos equivale a hacer presentes a las personas o cosas, traídas «celis nolis», por sus nombres; como si dijéramos, por la soreajs. Para el indio adulto, para el ensalmador, invocar nombres, vocear nom­ bres de ciertos piá o imá es como para un niño ponerse una careta de tal o cual animal, de tal o cual pájaro. E l ensalmo es, a mi ver, enmascararse intelectual o psicológicamente. Y , al decir esto, no puedo desechar de m i memoria la personificación de los recitadores de las antiguas tragedias o comedias mediante el uso de caretas y trompetillas apropiadas al personaje representado. 9 . Tenemos, pues, en el concepto de los indios pemones que el piá, cuyo nombre se voceó, se hizo presente en la persona ensalmadora, no por una encarnación o por una posesión espirita, sino sencillamente por la fuerza mental o psicológica. O , si lo preferimos, el ensalmador fué mental y pa­ sajeramente el piá nombrado, con cuyo nombre se enmascaró mentalmente, y cuyas propiedades o características quiso atraer. De ahí que el soplo, que dijimos solía acompañar al ensalmo hasta cons­ titu ir el nombre original en pemón, no sea bucal, sino nasal. E l primero procede clarísimamente del pecho-vientre; pero el segundo parece flu ir de la cabeza, donde reside la idea, la personalidad mental. 10 . De manera que la apropiación de las características ajenas, que nos interesen, puede hacerse de dos maneras: físicamente, como dijimos en el aparte I I , n.° 6 , inyectándose ciertas substancias, y mentalmente, enmasca­ rándose con los ensalmos. E n la primera, la sustancia produce los efectos por sí misma como una inyección (incorporación a nuestro organismo físico) o como un reclamo. Porque (y va de ejemplo) si un indio se inyectó uairá epik (hierba o reme­ dio de tapir), es muy natural que el tapir venga a su encuentro o en su busca, puesto que lo lleva dentro. En la segunda, por un procedimiento más alto, la fuerza mental o aní­ mica es la que opera o produce los efectos deseados, mandados, imperados, arrebatados a los piá, tantas veces aludidos, mediante el artificio de la seme* janza, obtenida por el enmascaramiento mental.

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