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la cual ciertamente no han llegado nuestros paganos y pequeños filósofos pemones. Queda como característico de su sistema la supervivencia de los ances­ tros y la continuidad de la transmisión de cualidades de éstos no sólo a sus descendientes inmediatos, sino también a los actuales, y la defensa tam­ bién actual que ejercen en favor de los mismos. 4 . Para cada raza de hombres (las que les son conocidas: españoles, brasileros, ingleses, makuchíes, uapichana, etc.) asignan ellos un fia, an­ cestro, distinto. Contra todo lo que pudiéramos imaginar, estos indios son racistas y po- ligenistas. Muchas veces, cuando con la llegada de venezolanos y brasileros a su tierra comenzaron los matrimonios exogámicos, me decían que eso no debía ser porque era igual que si los caballos se unieran con las vacas y los perros con los gatos. 5 . Todo piá trata de vengar los daños hechos a sus descendientes cor­ tados, estrujados, maltrechos, muertos, causando un moroné o mui (mal o maleficio) en los retoños o descendientes del heridor, matador, etc. Por ejemplo: el paují copete-amarillo, muerto y mucho más comido, enferma­ rá al hijo del cazador, haciéndole amarillecer. La tierra, sometida a socavones por los mineros o geólogos, exhalará o irradiará males generales en la región. 6 . Pero a la vez han observado los indios pemones que ciertos seres pa­ recen haber recibido de sus piá inmunidad de algunos males o enfermedades. A sí, por ejemplo, vemos animales que nunca sufren disentería, al contrario sus heces son siempre duras; hay pájaros de vividos colores, el rojo sobre todo, pariente de la sangre y señal de salud y fortaleza. La ceniza y la arena, que también tienen sus respectivos fia, son absorbentes y secantes maravi­ llosos. H ay pájaros, a cuyo pico o diente dieron sus piá el don admirable de que nunca les doliera para dedicarse a perforar y golpear los palos. En estas cualidades y propiedades específicas son ciertamente superiores a los indios, aunque éstos no sean subalternos de ellos. Y el caso está en buscar un medio para, sin ser de su estirpe o raza, apropiarnos sus cualidades o atraer su influencia. 7 . Otro de los principios psicológicos, en que se fundan los ensalmos es aquél referente a la simpatía, que suele enunciarse a sí: «lo semejante influye en lo semejante» afectiva, pero necesariamente; o «lo semejante en­ gendra y ama lo semejante y lo busca». Los viejos adagios «sim ilis similem quaerit» y «am icitia vel invemt vel facit pares» tienen el mismo cuño. Esta sim ilitud basta que sea de nombre; de ahí la simpatía de los tocayos. Mucho mayor será cuando la sim ilitud sea de figura, forma, etc. Paralelo a este principio y a veces complementario del mismo, es, según la mentalidad de los indios pemones, el que podríamos enunciar así: «la parte influye en el todo, lo que afecta a la parte afecta al todo». De aquí se derivan las creencias de la repercusión de los males del padre o madre en el 194 D el cam po etnográfico: Los En salm os ele los in d io s P em on

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