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P . Cesáreo d e A rm ella d a 1 9 3 rendo». Y de esta guisa el indio habla una lengua, tararea una canción, hace uniformemente ciertos actos; y ahora hace falta el glotólogo, el mú­ sico, el etnólogo, que nos inventen los principios y las leyes de las cosas, que el indio nos da al desgaire y sin clasificación. i . Para los indicios pemones existen dos realidades diferentes, separa­ bles, que en el hombre llamamos cuerpo y alma ( esak, ekatón). Esta, el alma, es más real que el cuerpo; desde luego, es el principio de la energía. E l alma se separa más o menos del cuerpo en ciertas enfermedades, se aleja en el sueño, nos la llevan a otras regiones seres fantásticos; la muerte es el salirse, el irse definitivamente, el alma del cuerpo, exactamente como el indio, que abandona su rancho y su lugar y se va a otra parte desconocida. E l alma sigue viviendo extracorporalmente, pero no extracósmicamente; es decir, sigue viviendo en este mundo; el lugar preciso y el modo nos solí desconocidos. Creen los pemones que el alma sigue queriendo, al menos du­ rante cierto tiempo, y morando en la casa y cerca de los enseres, que usó en su vida corporal. 2 . Entre los indios pemones se admite corrientemente que «en los tiem­ pos antiguos» (pena) los indios fácilmente se convertían en pájaros, en ár­ boles, en constelaciones del firmamento. Pero ahora ya no suceden esas co­ sas. A lguna vez, empero, parece ser que se acepta la metempsícosis, aun­ que sólo por exceción de la regla general. Esto no parece muy distinto de lo que nos imaginamos nosotros en la edad imborrable de los cuentos. 3 . Detrás de todos los objetos sensibles o insensibles, animados o in­ animados, además de la realidad visible existe otra realidad mayor, más ope­ rativa, aunque no la veamos. Para los pemones, la tierra, en general, es ser animado; y los cerros, el agua, las nubes, etc., son, por lo menos, la mora­ da de ciertos seres invisibles, como las malocas y los ranchos son la mora­ da fija o provisional de los indios. Y aquí tenemos el animismo; es decir, el concepto de alma operante y viviente extendido a todos los seres en general y , a semejanza de lo que ob­ servamos en el hombre, con voluntad, pasiones, etc. 3 . Cada especie de seres tiene su antecesor o ascendiente primígeno, del cual ha recibido las propiedades o características, que lo diferencian de los demás, y que es su defensor y vengador en un orden puramente físico. Estos son los imá o los piá (dichos en forma genérica) o los potorí o pachí (según se consideren masculinos o femeninos). Todo ello lo traduciríamos nosotros por la palabra ancestro. Se ha visto la variedad y se ha pensado en su origen; pero no se ha visto la unidad y no se ha pensado en el principio único. Se ha visto la descendencia y se ha buscado el ascendiente; pero no se ha visto la crea­ ción y no se ha buscado al creador. La ascendencia y la descendencia se ve v se comprende; pero la creación o es don de la fe o muy alta filosofía, a

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