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P . C esáreo d e A rm eU ada 191 hay sol, luna y estrellas; el mar tiene peces, y la tierra plantas y animales. Y así fue, que comenzaron a existir todas estas cosas.» Por el mismo estilo nues tra imprecación de «ojalá te rompas las piernas, ojalá te ahogues», en el castizo pemón se d iría : «Vete, vete; por el camino tropiezas y te rompes las piernas; cuando llegas al río, te ahogas.» 3 . En la fórmula típica y completa de los ensalmos se distinguen dos partes: primera, t-euá (su asa o agarradero), su introducción; segunda, el esesati o esesa-fuetl. La primera parte es una narración abreviada de algún suceso de los antiguos indios y de los antiguos tiempos, de que luego habla remos. E n algunos casos poseemos la narración completa, toda una leyenda, como la de Pueptiepué. La segunda paite es un vocear con repetición y con énfasis los nombres de ciertos seres, cuyas fuerzas o propiedades benéficas queremos atraer sobre la persona o cosa ensalmada. 4 . La fórmula del ensalmo a veces se reduce a la mínima expresión; pero siempre conserva el enunciado enfático de lo sustancial, persona o cosa, cuyas cualidades queremos atraer. A sí, por ejemplo, el indio, que atraviesa la selva tropical, enmarañada y oscura, silbará trémulamente como surimá (gallina de monte) y d irá : «M ayikok se yuré-ko» (Yo ambién soy de los M ayiko k, seres imaginarios del bosque). É l indio, que trata de de- ribar árboles, para que no se enreden unos con otros y se sostengan sin caer, d irá : «Tatainasén yuré-ko» (Pero bueno; pero si yo soy un indio que se peina siempre, que no tiene el pelo enmarañado). Cuando el árbol, cor tado suficientemente, no acaba de caer, el indio dirá repetidas veces: «Tek i-m-pón». (Pero si tiene un peñasco en la espalda, en la copa.) Cuando va a los bachaqueros en la madrugada y con manojos de ramaje encendido trata de hacer caer a los bachacos en las zanjas cavadas de antemano, dirá repeti das veces: «Katé yarumok, katé yarumok». (Como hojarasca de cañave ral, como hojarasca de cañaveral.) 5 . Existen acciones ensalmadoras sin fórmula de recitación percepti ble; pero siempre existe la fórmula y la intención mental. Tales son, verbi gracia, plantar caña teniendo la boca llena de agua; no barrer los ranchos las mujeres hacia afuera mientras sus maridos están de caza. Acciones éstas (y otras muchas), que hemos oído interpretar a los mismos indios como in fluyentes en los efectos que se desean. Y así, en los casos referidos, que la caña tenga mucho guarapo (caldo), que la caza no se espante. Siguiendo el mismo trillo o categoría de ideas, dicen los indios: que al muerto no se le debe llorar para que «allá» no se encuentre con un mar de agua, imposible de pasar; que al niño no se le debe besuquear para que él no se acostumbre a mordisquear a escondidas pedazos de presa robada. Cuando un indio afila el anzuelo, si el compañero d ice: «trae para ver lo», los peces lo mirarán y remirarán. Pero si dice: «trae para tragármelo», lo tragarán los peces. La india no comerá frutas mielgas porque tendría, en
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