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— ¿A qué reino pertenezco yo, niño? E l niño repasa mentalmente lo oído al maestro: m ineral, vegetal y ani­ mal. E l niño se ruboriza de tener que llamar animal al Emperador. E l rubor sigue subiendo, y en este punto salta la chispa de la inteligen­ cia por encima de lo aprendido en los libros y el niño exclama: — ¡A l reino de D ios! S í, ciertamente, además de los tres clásicos reinos de la Naturaleza exis­ te el reino de Dios y precisamente formando el vértice de aquella pirámide, cuyos sillares se estriban y concatenan así: «Todas las cosas son para vos­ otros; vosotros para Cristo, y Cristo para D ios». Paralelamente a esta sen­ tencia de San Pablo podríamos nosotros enunciar esta otra: «Todas las cien­ cias naturales, al servicio de las antropológicas, y éstas, al servicio de las teo­ lógicas». E l indio, que vive entre animales y que tiene la animalidad tan marcada en su rostro, es, sin embargo, de nuestra misma estirpe, de naturaleza idén­ tica a la nuestra, y tiene el mismo destino eterno que nosotros; él también es del reino de D ios. Y en esto, en la identidad de ideas y de sentimientos, en el conocimiento del bien y del m al, «es donde con mayor evidencia se demuestra la unicidad e identidad fundamental de la naturaleza humana», escribió Quatrefages. Es decir, que por la vía del alma, mucho mejor que por la del cuerpo, llegamos a la verdad, que la Sagrada Escritura nos enuncia al comienzo del Génesis, contraria totalmente al poligenismo y racismo, y que los españoles llevaron a las tierras de América y sembraron en toda la legislación indiana. E l indio es como un libro en rústica y con los pliegos sin abrir; es como miel encerrada en tronco rugoso de roble; su riqueza anímica es enorme y su sabor y delicadeza, insospechados. Como botón de muestra de esa inmensa riqueza anímica o espiritual, del vastísimo campo, que tienen ante sí los investigadores en nuestras M isio­ nes y en nuestros indios venezolanos, voy a desarrollar ante los ojos de mis lectores un problema psicológico con múltiples ramificaciones y aplica­ ciones, tomado de nuestros indios Pemón de la Gran Sabana, cabeceras del río Coroní, Venezuela. E l asunto-problema son los ensalmos benéficos; en lengua pemón, so­ plos, taren murú. Llamo ensalmos benéficos a los que intentan atraer un bien o procuran impedir o ahuyentar un m al; todo ello en un orden puramente físico. Nuestro estudio comprenderá los siguientes apartes: i.° La corteza o ex­ terior de los soplos-ensalmos. 2.0 E l contenido ideológico de los soplos-ensal­ mos. 3.0 Principios filosóficos, en que se fundan los soplos-ensalmos; y 4.0 U n pequeño repertorio o muestrario de los soplos-ensalmos. 188 D el cam po etnográfico : Los En salm os d e los in d io s P em on

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