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P . Cesáreo d e A rm e lla d a 1 9 7 3 . Para atraer el afecto de una mujer (Literalmente dicen: para voltear su pecho-vientre). — Antiguamente los pájaros eran indios. Y todos los pájaros se enamora­ ron de la hija de uno de ellos; pero ella no les hacía caso, a ninguno quería. Entonces el buho o lechuzo d ijo : ¡Cuitado! , vaya cosa; si fuera yo, le voltearía su corazón. Y he aquí que el buho se puso de camino a la casa de la moza aquella. Y , yendo de camino, se ensalmó diciendo: Y o sí que soy aquél; hacia mi corazón volteo el corazón de esa m ujer; yo, yo soy aquél; yo, yo, el pri­ mer padre de los Tek-po-chimá ; yo, yo, aquél Euan-pererú-piá. — (Este es el ensalmo para dar la vuelta al corazón de las mujeres. E l canto (si así puede llamarse) del buho o lechuzo en la calma de la noche, parece las sibilantes de una conversación, o más bien de un alerta, que de verdad nos hace estremecer el corazón.) 4 . Para cortar hemorragias, que son frecuentes entre los indios en dis­ tintas formas. — A una moza, hija de una Gran Peña, le encontraron sufriendo un male­ ficio de hemorragia los Anchikirán. «¿Qué te pasa?»— le dijeron— . «Nada, contestó ella, me han malefi­ ciado, yo no sé quiénes.» «Cuitada; eso es una miseria, eso no es nada»— replicaron ellos. Y he aquí que dijeron: Encima caigo yo ; oh, oh, yo soy aquél JJeruna- rimá (de la ceniza el primer progenitor). Y el otro d ijo : Y yo también; yo, yo, aquel Sakaparimá (de la arena el primer progenitor). Y , esto dicho, la moza, hija de la Peña, sanó del maleficio que le habían causado; los anchikirán le cortaron la hemorragia.— (Este ensalmo procede de la observación de que las peñas también re­ zuman agua, y de que los mejores absorbentes, conocidos por los indios, son la ceniza y la arena.) 5 . Contra el dolor de muelas, que también es frecuente entre los in­ dios y no tienen una dentadura tan buena como podría suponerse. — E l pájaro «carpintero» encontró a un joven, hijo de un árbol «moriche» que estaba con grandes dolores y angustias «¿Qué haces, qué te pasa?»— le preguntó— . «Nada, respondio el, no sé quiénes me han maleficiado.» «Vaya cosa; eso no es nada», volvio a decir el pájaro carpintero.

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