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DEL CAMPO ETNOGRAFICO: LOS ENSALMOS DE LOS INDIOS PEMON Hace vanos años los Padres Misioneros Capuchinos de Castilla funda­ mos en Caracas (Venezuela) un Centro de «Estudios venezolanos indígenas» (en siglas, según la moda de la época, E . V . I.), que lleva publicados en se­ ne varios libros sobre Etnografía, Lingüística, Geografía, Folklore, Religión, etc. E l Centro publica, además, la revista mensual «Venezuela M isio­ nera», y en ella ven la luz pública periódicamente pequeños estudios o, por mejor decir, muestrarios o anticipos de otras muchas obras, que los M isio­ neros preparamos o tenemos ya preparadas sobre materias relacionadas con Venezuela y sus indígenas. E l Centro E . V . I. de Venezuela y el sim ilar de Colombia C IL E A C . (Centro de Investigaciones Lingüísticas y Etnográficas de la Amazonia Co­ lombiana), que fundaron también años ha nuestros hermanos los Capuchinos de Cataluña, son, en decir del P . Constantino Bayle, S. } ., los dos faros más potentes que en la época moderna veía él dentro de todas las M isiones espa­ ñolas, al menos de América. Cofundador del Centro E . V . I. y columnista asiduo de la revista alu­ dida, al pedírseme un estudio para el primer número de N A T U R A L E Z A Y G R A C IA , mi pluma se descabalga, se desencapucha y , alargándose como una prolongación del índice, apunta hacia el indio y su mundo. E l indio, nuestro indio (porque nos ha sido encomendado), es un campo aptísimo para el estudio del hombre prim itivo, del que literal y metafóricamen­ te afirmamos que vive in ■puris naturalibus ; este hombre prim itivo y a la vez contemporáneo nuestro, que se transculturiza por el fermento europeo y se sobrenaturaliza por la gracia del Evangelio. Afortunadamente para estudiar a los primitivos no necesitamos recurrir a citas de Estrabón o Herodoto; en nuestra casa, quiero decir, en nuestras M isiones, los tenemos vivitos y coleando y , por añadidura, de las más va­ riadas lenguas y tribus. En las cercanías de los cincuenta años sigue en m i memoria el episodio, que a los ocho deletreaba en «Lecturas de Oro», por don Ezequiel Solana. U n emperador visita una escuela de párvulos y pregunta:

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