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178 E l fran ciscan ism o: su va lo r y a ctu a lidad social Pero no excluye a los demás. No rehuye ningún ambiente o condición social. Es significativa la decisión tomada al pasar junto al castillo de Mon- tefeltro, donde se celebraba un torneo de armas, algo así como una fiesta de sociedad. Comprende que también ellos están llamados a la verdadera feli cidad, que buscan equivocadamente donde no está. Sin embargo, sabe que Dios quiere estar cerca de los pobres, y por lo mismo, San Francisco fué es pecialmente al encuentro del pueblo. Se unió a los pobres que trabajan y su fren ; vivió su misma vida, y de esta identificación extrajo la inspiración para el apostolado de sus frailes. Este apostolado debía estar siempre penetrado de la más cálida simpatía. Pero esta simpatía que los primeros franciscanos re partían con tan generosa espontaneidad es tan d ifícil, que no se puede conse guir sin un amor heroico, sin la más grande renuncia personal. E l modelo será siempre Cristo, a quien todo franciscano debe colocar en el centro de su vida. La hermandad de Penitencia Medio transmisor, en todo el ámbito social, de esta renovación cristiana y evangélica, de la justa valoración del trabajo, del espíritu de pobreza, de paz y de sincero amor fraternal, será la Orden Tercera. Floración espontá nea del ejemplo fascinante del Franciscanismo sobre las muchedumbres, prueba de su inmensa resonancia popular. En medio de las herejías y desvia ciones ascéticas de su siglo, San Francisco acertó a encauzar esas ansias la tentes de ascetismo y espiritualidad, mediante una orden religiosa, que lle vase a la sociedad las más altas exigencias evangélicas, dentro de la más firme adhesión a la Iglesia. A través de ella, el espíritu franciscano penetra en la vida pública, entre las corporaciones sociales y económicas, infundiendo en la conciencia de ar tesanos y mercaderes, la rectitud en los negocios y los principios de la solida ridad cristiana y del socorro mutuo. La respuesta de Francisco a la multitud que quiere arrancarle su secreto sobrenatural, es siempre la m ism a: viv ir se gún el Evangelio, aun los que viven en el mundo, los que tienen su fam ilia y sus negocios. N o se trata de imponer un método práctico de devoción para lograr más fácilmente la salvación eterna. Lo que él propone es una vida nueva, una forma de vida capaz de transformar la personalidad total con todos sus sentimientos, inclinaciones y actividad. Quiere forjar hombres totalmente nuevos. Y esta vida nueva del Franciscanismo, sea que viva en nuestro convento o en el mundo, es la imitación de Cristo. La enorme trascendencia religioso-social que tuvo la Orden Tercera, no es hoy suficientemente comprendida, sobre todo si se la juzga a través de la vida que desarrolla actualmente en muchas hermandades. Con frecuencia se la puede hoy confundir con cualquier otra asociación piadosa. En cambio, lo que Francisco despertó fué algo mucho más eficiente. Era una Orden au
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