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P . M ateo d e Encinas 1 7 5 su propia liberación progresiva hacia una civilización más fraternalmente de­ mocrática. E l trabajo franciscano presenta la forma de amor: amor para con D ios, que nos lo impuso como una obligación expiatoria; amor con C ris­ to Redentor, que nos dió ejemplo de ese mismo trabajo; amor para con los hombres de quienes nos sentimos solidarios en el esfuerzo cotidiano y en la mutua ayuda que del trabajo resulta; y por fin— expresión típica del franciscanismo— , amor también para con las criaturas inferiores que, me­ diante el trabajo, se transforman y son útiles. E n una sociedad en que sólo se creía en la nobleza de nacimiento, Fran­ cisco oponía esta otra nobleza del trabajo, que había descubierto en la per­ sona infinitamente noble y adorable de Cristo. Apoyado en su ejemplo no dudó en lanzarse a la lucha al lado de los pobres, de los humildes, sin pen­ sar en sí mismo. Esto es lo que hizo Francisco y lo que sin duda haría hoy de encontrarse en nuestro mundo; mostrar que el trabajo, lejos de ahogar el espíritu, debe ser el medio habitual de expansión y de perfeccionamiento sobrenatural. Los trabajadores de hoy, de no haber sido engañados, podrían reconocer en él a uno delos más puros heraldos de la democracia verdadera y el defensor de las mejores conquistas sociales que ellos buscan desatinada­ mente en la lucha de clases. Acercarse a los pobres E l trabajo humilde les acerca al pueblo. San Francisco impone el apos­ tolado directo entre los pobres conforme al ideal evangélico. V ive el pueblo, le abre su corazón, sufre con él, le ayuda y le conforta y le atrae suavemente hacia el Reino de D ios. Para mejor conseguir este acercamiento llega a exi­ gir a sus frailes un despojamiento humilde del saber, para ser simples como los Apóstoles. Busca la renovación de la conciencia y la acción en la vida so­ cial, antes que la docta defensa de la fe. Siente tan al vivo el afán y la ur­ gencia evangélica, que se siente impelido a dejar a un lado todo lo acciden­ tal, para lanzarse a una acción directa, inmediata. En contacto con el pueblo a quien pretendía salvar, aprendía sus necesidades íntimas, sus dificultades, sus problemas sociales. Y con una comprensión verdaderamente evangélica, no se contenta con anunciar el camino de salvación y enseñarles los pre­ ceptos de la moral, sino que cuida de poner remedio a sus males corporales. Los franciscanos se compenetraron tan íntimamente con las necesidades del pueblo que no tardaron en darse cuenta que sería inútil pedir una vida mo­ ral digna, cuando la material estaba por debajo de las condiciones humanas normales. Aprendieron de Jesús a curar las heridas y miserias del cuerpo al mismo tiempo que sanaban las del alma. Y cuando era preciso fundaban una institución benéfica que remediase sus males corporales. Hacían uso de su simpatía y de su influencia ante los nobles y los ricos para socorrer a los pobres, liberándoles a ellos mismos de los peligros de la riqueza, mediante

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