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P . M ateo d e Encinas 181 Fue por este movimiento tan ferviente y popular por lo que el Francis canísimo, al iniciarse a mediados del siglo pasado la revolución socialista y proletaria, fue nostálgicamente recordado, porque también él había sido una revolución social y eminentemente democrática. Y los hombres, preocupa dos de los problemas y luchas sociales pensaron, sin duda con razón, que podrían hacer algo parecido en nuestro siglo en el que encuentran no pocas semejanzas con el de San Francisco. León X III puso en él una confianza tan viva, que llamó la atención de los grandes sociólogos católicos. Ketteler, A r zobispo de Maguncia, manifestó su entusiasmo por las formas sociales que Francisco predicó en el Medievo. Como él pensaron Ozanam, Donoso Cor tés, M anning, Gibbons, Toniolo, «todos los católicos que querían comba tir sin odiar y vencer sin ofender» ( 4 ). Todos ellos encontraron en el espíritu franciscano, tal como apareció en sus orígenes, la solución íntima de la lu cha de clases. H o y, al recordar aquella floración de esperanzas, nos decepciona. En más de una ocasión León X III respondió a los que le preguntaban por el programa de su reforma social: «La Orden Tercera franciscana, he ahí mi reforma social». A través de ella, rejuvenecida y modernizada por él mismo, quería transm itir de nuevo la espiritualidad franciscana a las muchedumbres Nada omitió para conseguirlo por su parte. Si no obtuvo el éxito que de ella se esperaba, no fué suya la culpa. León X III vió en la obra de San Fran cisco algo genial y aptísimo para las necesidades actuales, que no encontraba en ningún otro movimiento religioso de la historia cristiana. Aquel había sido un movimiento de masas; es decir, de todo el pueblo católico conquis tado por una comprensión de los problemas del momento v por la cordial entrega de su vida a la solución concreta de los mismos. An te la dificultad del apostolado moderno en ciertos ambientes hostiles, son muchos los que piensan que el Franciscanismo puede servir especialmen te para penetrar en ellos. Y no pocos lo han adoptado prácticamente al lan zarse a los apostolados más arriesgados de hoy. Buscan erc acercamiento que da la pobreza, la humildad y la sencillez franciscanas; ese amor a los pobres y la preocupación sincera y limpia de apegos terrenos por implantar el Evan gelio; no una forma más o menos superficial de cristianismo, sino el Evan gelio, presentado en forma viva y en sus temas más característicos, como son la fraternidad, el amor, el desprendim iento... San Francisco en realidad no inventó nada nuevo. Era él un hombre nue vo y ante su mirada lim pia, todo estaba como sin estrenar. Descubrió el Evangelio, y al presentarlo limpio de todo el polvo de rutinas y vulgarida- La actualidad del Franciscarlismo (4 ) G e m e l l i , o . e., p á g . 283.
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