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P . Tom ás d e Fon tan il 163 ¿Cuánto, en qué proporción entran estos tres elementos en la constitu­ ción de la personalidad? Las investigaciones que en estos últimos tiempos ha hecho la Psicología, parecen indicar que es el medio ambiente el elemen­ to que más influencia tiene, que entra en mayor proporción, si vale la ex­ presión, en la constitución de la personalidad. Este dato precioso que nos proporciona la ciencia tiene para el educador un valor incalculable. A l elemento hereditario no hay más remedio que acep­ tarlo como nos sea transmitido por la generación. N ula es la influencia pre­ ventiva del educador sobre este elemento constitutivo de la personalidad. La auto-realización es también algo intangible, al menos en una forma directa; la libertad del educando puede hacer fracasar los mayores esluerzos del mejor educador y hasta la acción de la gracia divina. Quiso Dios que el hombre fuese un ser libre. Pero si el poder del educador sobre estos dos elementos — herencia y auto-realización— es muy lim itado, el educador lo puede casi todo respecto al otro factor: el medio ambiente. Este factor está de tal modo en manos del educador que puede darle en gran parte la forma que más le interese y que más le guste. Esto es verdaderamente alentador para todos aquellos que se dedican a la dura y pesada tarea de la educación. Existen diversos métodos, que intentan poner al educando en un medio ambiente apto y propicio para la formación de verdaderas y auténticas per­ sonalidades, meta de toda educación en el recto sentido de la palabra. Los centros educativos más competentes llaman la atención de los edu­ cadores para que abandonen ya de una vez los procedimientos de la equí­ vocamente llamada Pedagogía empírica, advirtiéndoles también no se dejen engañar por métodos muy bellos en apariencia, pero con muy poco funda­ mento científico. U n método pedagógico nos apuntan actualmente y reco­ miendan, insistiendo en forma machacona: el método activo. Y este método que tiene aplicación en los diversos órdenes educativos, la tiene de un modo especial en el orden intelectual: Solamente pensando se aprende a pensar. N o ha sido inventado este método por los educadores modernos, tiene ya muchos siglos de existencia. Sócrates, «el partero del espíritu», con su mayéutica maravillosa, no hacía en el fondo otra cosa que manejar diestra­ mente el método activo y hacer surgir la verdad en la mente de los discípulos más torpes. E l diálogo socrático no es otra cosa que ayudar al alumno a pen­ sar, pero ha de ser él el que piense. Hacer pensar: he aquí el gran precepto de la enseñanza, el medio por excelencia para educar la inteligencia. E l método activo atiende menos si se quiere a llenar la cabeza del educan­ do de nuevos conocimientos, que a darle el impulso necesario para que él piense, actúe por sí mismo.

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