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P. Mauricio de Begoña 111 de los destinos múltiples, y según la cual se teje la red de sus aparentes in­ coherencias. En el sacerdote está novelísticamente expresado aquel hombre por medio del cual Dios se hace presente en los actos de los hombres, que a éstos y a veces al mismo sacerdote, se les antojan una confluencia de de­ signios imprevistos. En la trama externa el sacerdote es frecuentísimamente presentado con su alma de apóstol, orientada más hacia la evangelización de los enemigos de su fe que hacia los grupos tradicionalmente sostenedores del altar. H e aquí ya una nota distintiva de la predicación actual, reflejada en la litera­ tura, por eso mismo que es tan normalmente un ideal en los sacerdotes jó­ venes ( 2 ). N o se rehuyen— ni podía suceder de otra manera en esta época de sub­ versión de almas— los propios problemas más íntimos del sacerdote, no sólo sus tentaciones, su peligro y su participación en la sociedad que quiere enno­ blecer, sino también sus inmensas desolaciones espirituales, teológicas, sus tedios, silencios y oscuridades en la oración, en la recepción precisa de los Sacramentos, en los temas invariables y eternos que tiene que predicar y que acaso sabe no cumplir perfectamente. M as casi siempre culmina el triunfo de D ios, por medio o a pesar del sacerdote, y parece que los novelistas que toman al sacerdote com o héroe de sus libros se encuentran más a sus anchas con los medios de D ios que con las ingeniosidades de los hombres, aunque sean las rectas intenciones de un sacerdote ( 3 ). No faltan las interpretaciones nobles y acertadísimas del sacerdote. La insuficiencia y las decepciones de lo temporal alzan al sacerdote hacia lo eter­ no y le convierten en hombre de Dios para poder enfrentarse con la vida humana con la ambición que esa misma vida le inspira. Esto lo hace obli­ gado por la vocación de inmolar sus propias tentaciones a su esperanza de lo absoluto ( 4 ). A veces la grandeza, la majestad y el quid divinum del sacerdote parece com o desgajarse de la ruindad personal y sacrilega del hombre y adquirir la impresión sobrecogedora de un misterio innegable. T a l es el caso del sacer­ dote de la novela Th e Power and G lory, de Grahan Green, donde las dolo- rosas incidencias de la vida del pobre cura, con ser tan graves, llegan a con­ tar en la economía trascendental que rige los misterios de las almas. Los te­ mas de la gracia, de la virtud sacramental ex opere operato, la contrición per­ fecta, el arrepentimiento, la confianza en D ios, a pesar de todo, su insonda- (2) Por ejemplo: Cet Home que vous aimait, de Roger Bésus, Ed. du-Deuil, Paris, 1953. (3) Por ejemplo: La mort d’un prêtre, de Bruno Gay-Lussac. Ed Julliart, 1953, Paris. (4) Por ejemplo: Pierre le magnifique, de Roger Lemei.in. Ed. Flamma­ rion. 1953, Paris.

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