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cípulo de Cristo en la medida que sea razonable y conforme al Evangelio. El sano reformismo basado en la comprensión de la estructura de la Iglesia no puede reducirse a puntos de vista unilaterales y excesivos, no puede eri girse en sistema. Supuestas la serenidad y la visión de conjunto, se puede admitir que el mejor medio de percibir las necesidades de la comunidad cristiana no son la celda de estudio ni los libros sabios, sino el ambiente del ministerio apos tólico. En este sentido habría que conceder más beligerancia al cura parro quial que al sacerdote o religioso maestro de Teología en su celda y que piensa como un lógico puro. El pulpito, el confesonario, el catecismo, en una palabra: la candad sacerdotal, se consideran com o los mejores medios para conocer las realidades de los hombres y los límites de las doctrinas (i). N o s han parecido imprescindibles estas notas relativas a la inquietud renovadora de nuestro tiempo y de nuestra sociedad laical y eclesiástica, por que son el preámbulo necesario y la causa determinante de los reflejos li terarios. N i en el orden providencial de la naturaleza, ni en el asimismo providen cial de la Gracia podemos pensar que esta situación haya surgido sin causas, las cuales son bien visibles. Tan visibles que, com o es lógico qpe ocurra, bastará mencionar algunas de ellas, para que los efectos se nos hagan más patentes y necesarios. N o en vano nuestras generaciones han sufrido consecutivamente perío dos de guerras flagrantes y frías, con las consiguientes conmociones que en la naturaleza humana producen los riesgos, las experiencias y los descubri mientos que tienen lugar en los debates por los valores primarios de la vida, com o son la subsistencia, la habitación, la patria, la convivencia entre los humanos, y también por los valores invisibles del honor, de la fe y las creen cias, de la inmortalidad y de los misterios de la vida v de la muerte. Si, además, estos acontecimientos, semejantes a revelaciones, concurren con una civilización cultural y técnicamente poderosa y bien madurada, los ímpetus renovantes hacia la vida que sigue, tienen que ser arrolladores. Tal es la pri mera causa, difusa, dramática y absorbente, que precipita la conmoción ac tual. El clero es particularmente sensible a estos trastornos, por su misma dedicación a lo intemporal. Otra segunda causa es algo tan fatal y atractivo com o una experiencia y un espectáculo que se nos im p on en : es el ritmo de transformación que en todos los órdenes acosa a los hombres y a los acontecimientos. Formas 108 Reflejos de la predicación sagrada en la literatura actual (1) El libro del P. Y. Congar, O. P., Vraie et fausse Réforme dans l’Eglise. Paris, 1951, y el artículo de Dom Paul Voogtt, que lo comenta en el número de octubre del mismo año en Vie Intellectuelle abundan en las ideas aquí expues tas y sirven de ejemplo, que pone de manifiesto la preocupación intelectual y espiritual acerca de un estado tic ánimo reformista.
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