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P . M au ricio d e B egoña 141 Guareschi, tan enamorado de su creación de Don Cam ilo y de los mo dos de su oratoria contundente, espontánea y ruda, se complace en hacer antipático otro tipo de predicación que evidentemente ridiculiza. « E l sacerdote enviado para regentar la parroquia durante la convalecen cia política de Don Cam ilo era un curita joven y delicado, que conocía per fectamente su oficio y hablaba con garbo, con lindas palabritas redondas y limpitas, que parecían recién cosechadas en la viña del vocabulario» ( 24 ). H e aquí una de las condiciones caracterítsicas de la oratoria de otros tiem pos, en cuyo desdén coinciden con Guareschi los públicos de ahora, aún los más sencillos. E l amaneramiento, el cuidado, aunque no sea excesivo, de la expresión, y su carencia de fuerza espontánea son características que se consideran deben ser eliminadas de toda predicación contemporánea al pueblo. Los novelistas expresan estas aspiraciones en cuantas ocasiones se les ofrece, y naturalmente, al hacerlo intentan expresar un estado de conciencia colectiva. Véase a Bernanos: «E l arcipreste de Bailloeil, desde que hacía su retiro, frecuentaba asidua mente a los P P . Cartujos de Verchocq. Lo que yo be visto en Verchocq, tal es el título de una de sus conferencias a la cual el deán consideraba casi que era un deber que asistiésemos. Oímos a llí cosas muy interesantes y hasta apasionadoras en su tono debido, porque aquel encantador anciano ha conservado las inocentes pequeñas manías del antiguo profesor de Letras, y cuida su dicción como sus manos. Se diría que espera y teme a la vez la presencia improbable, entre su auditorio de sotana, de Anatole France, y que le pide merced para el buen Dios en el nombre del humanismo con sus finas miradas, sonrisas de complicidad y sus inclinaciones de cuello. En fin , parece que esta suerte de coquetería eclesiástica estaba de moda en 1900 ...» ( 25 ). Sin embargo, los mismos novelistas no pueden evitar las contradicciones cuando se les intenta analizar desde un punto de vista estrictamente lógico. E s de suponer que esas contradicciones les tengan sin cuidado. Y a hemos dicho que vitalmente no les interesa la consecuencia. E n el siguiente pasa je de Bernanos volvemos a encontrar el tipo de sacerdote áspero, recio y directo, pero en un sacerdote que no es de ahora. Quizá intente probar que acaso la misma aparente naturalidad y sencillez y nuevos modos y donaire con que se presente el clero, no es más que un resultado de su debilidad personal y social. Si esto pretendiera Bernanos, su observación sería me ritoria. E l robusto y fiel cura de To rcy expone al cuitado, inteligente e hiperes- tésico cura de aldea que lleva su diario: (24) G iovanni G uareschi , O. c., pág. 133. (25) G eorgf . B ernanos , O. c„ pág. 12.
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