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mente se entiende por literatura, preceptiva y retórica. Si por ésta entende­ mos clásicamente el arte y artificio de bien decir, el esmero en la forma ver­ bal y expresiva, la solicitud por la elegancia, el brillo y el pulimento de la frase, la abundancia y armonía de las figuras, el orden sistemático y precep­ tivo en toda composición hablada o leída, la lima de los medios expresivos y, sobre todo la preocupación por la forma, esta retórica está eliminada cons­ cientemente de la actual predicación, tanto en su eco novelístico, com o en el de la realidad de los predicadores actuales de cierta boga. M ás aún; esa retórica es considerada, por críticos, escritores, por los mismos predicadores y por la gente como un patente defecto. Esto no quiere decir que no exista una auténtica retórica, entendida ésta en su concepto insustituible de arte oratorio. Condiciones retóricas en este sentido son la naturalidad, la sobrie­ dad, la tensión dramática, el apasionamiento, la simplicidad en la expresión de lo complejo, la rápida fulguración de comparaciones v figuras surgidas com o espontáneamente, la sinceridad y, sobre todo, un auténtico humanis­ mo y neorrealismo—-no es grato llamarlo así— que ha invadido toda mani­ festación cultural moderna, todo lo cual es un verdadero arte y , por consi­ guiente, literatura y retórica de las mejores. N o es que intentemos dar un valor absoluto a estas modalidades; nos bastaría que fueran una moda vital de nuestro tiempo para respetarla. Por otra parte, sinceramente pensamos que, por responder a otros módulos de nuestra situación, esa retórica y esa oratoria son eficaces y aconsejables para el estudio y para la práctica. La más grave nota de las prédicas de los sacerdotes novelados es que ca­ recen en absoluto de argumentos o razones propiamente teológicas, filoso - fieas y hasta dialécticas. Este defecto, tanto puede proceder de una exclusión voluntaria, ya que tales argumentos son poco novelables, com o de descono­ cimiento y falta de información teológica y escolástica en los escritores, los cuales, por otra parte, no tienen por qué alardear de gran cultura eclesiás­ tica ( 21 ). N o s inclinamos, sin embargo, a pensar que lo hacen sistemática- 138 Reflejos de la predicación sagrada en la literatura actual (21) Los novelistas católicos, seguramente que con la mejor buena voluntad, no están libres, ipor muy diversas causas, de los peligros que recientemente denunciaba el Papa Pío XII en su discurso a los Cardenales y Obispos llegados a Roma para la canonización de San Pío X sobre «la teología laica». Resumien­ do el espíritu y el hecho del presente artículo y señalando la razón de las orientaciones del Papa, escribía la revista Ecclesia en su número del 12 de ju­ nio de 1952, pág. 3: «El caso es que la problemática religiosa y sus grandes temas (sacerdocio, doctrina salvífica, moral de guerra y de paz, muerte y más allá) ha saltado al primer plano de comedias, películas, artículos, libros, tratados; lo que en definitiva, viene a corroborar las innatas apetencias de la naturaleza humana por sosegar—-y definitivamente—en verdades hurtadas al rastrillo del tiempo y a la voracidad de la ciencia que nos va empequeñeciendo. Ante esa inquietud y sed de luz se bucea en el fondo de doctrinas selladas con la perennidad de lo históricamente inconmovible y hasta en el viejo tesoro de la Revelación siempre fecunda. Pero muchas veces sin la imprescindible es-

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