PS_NyG_1954v001n001p0104_0145
a la vez que impulsa esa renovación y hasta le señala positivamente objetivos inmediatos, procura, com o es su misión sobrenatural y social, dominarla y encauzarla. Está a la expectativa, ansiosa y deliberada, de recibir inspiracio nes y actuaciones concretas hacia esa renovación. Se puede, además, percibir en la misma actitud de los rectores supremos de las Diócesis y de las Ordenes com o un cierto movimiento de vaivén, de impulso y de vigilancia, de rienda floja y pulso firme, para que los entusiasmos y los esfuerzos discurran por su verdadero camino de ortodoxia y eficiencia. La Iglesia sabe muy bien cuánto puede confiar en Dios y en la buena intención y voluntad de los hombres y cuánto se ve precisada a recelar de la naturaleza humana. En todo caso, tenemos un orientador seguro, infalible y positivamente a la cabeza de esta renovación: es el V icario de Cristo, S. S. Pío X II. En el • terreno práctico lo que nos induce a pensar en una verdadera sistemática de ideales y de procedimientos es la renovación que se está operando y obrando inmediatamente por el mismo Pontífice en persona, dirigiendo y lanzando a las Sagradas Congregaciones, órganos visibles del gobierno sobrenatural y político de la Iglesia, hacia perspectivas que se consideran nuevas. A Pío X II se le ha llamado el Papa de «las audaces resoluciones». El es la prueba viviente de que la actual renovación — repetimos tanto esta pa labra porque en ella queremos encerrar, sin demasiadas y discutibles preci siones, las variedades que puede entrañar ese movimiento, desde la suave adaptación hasta la reforma y el cambio total— no es simplemente un fenó meno de juventud, sino una intemporal y absoluta exigencia del actual mo mento de la Iglesia, que obra tan enérgicamente en lo presente por razón misma de su perenne y sustancial invariabilidad. Pío XII se ha enfrentado con el misterio del sepulcro de San Pedro; ha mitigado el ayuno eucarístico y los demás ayunos y abstinencias; ha definido un D ogm a ; ha fijado fór mulas, materia y forma del sacramento del O rden ; ha completado el Colegio cardenalicio, dándole unas dimensiones hasta externas y visibles de catolici dad y universalidad; ha reformado la liturgia de la Semana Santa; ha facili tado el horario y número de las misas; ha ordenado la corrección y traduc ción de las Salmos y del O ficio D iv in o; se esfuerza en salvar la vida claus tral de las monjas, pidiéndolas adaptación de trabajo y de apostolado a las circunstancias; ha cercenado los rozagantes mantos y colas prelaticios, más en consonancia con la sobriedad y unanimidad poco aparatosa de nuestros tiempos; ha dado categoría sacra a las asociaciones seglares y a sus misione ros. T o d o esto en un campo estrictamente interior de la vida de la comuni dad jerárquica cristiana. Por lo demás es uno de los más capacitados perceptores del mundo de hoy. Ha incorporado, sin vacilación, cualquier progreso técnico a la vida normal de magisterio, de santificación y de gobierno de la Iglesia. Inflexible en la doctrina, ha comunicado con todos los valores y aún todos los capri chos humanos del cine, del arte, del deporte, de la actualidad internacional, 106 Reflejos de la predicación sagrada en la literatura actual
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz