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bres de piedras preciosas: la Jerusalén de Oro. Pero aquellas gentes no ha bían visto nunca el oro. A trompicones llegó a decir: «E l cielo es aquel sitio donde no Hay jefe, ni leyes injustas, ni contribuciones, ni soldados, ni hambre. Vuestros niños no morirán en el cielo... O h , es tan fácil decir las cosas que no son el cielo. A llí está D ios. Esto es más difícil. Nuestras palabras están hechas para des cribir lo que conocemos por nuestros sentidos. Nosotros decimos «luz» y empezamos a pensar en el sol, «am or»... ( 16 ). El aviso de que la policía está cerca para prenderle interrumpe y altera el hilo de su discurso, el cual, como vemos, versa sobre cosas demasiado intrin cadas, pero que son del gusto enigmático de Grahan Green. Este novelista en cuestiones religiosas mezcla la suprema sencillez con el sentido trascen dente y desconcertante de sus simbolismos y misterios. F. M isiones populares El tema de las misiones populares se aborda por Bruce Marshall, y en el siguiente sermón, entreverado de observaciones no del todo inofensi vas, se hacen constar divergencias entre la predicación y su oportunidad. «Cuando el miércoles de Ceniza de 1920 siguió sin dejar entrever el me nor signo de despertamiento religioso en el país, incluso el Padre Banyboat empezó a temer que la liturgia por sí solo no haría el milagro, por lo que pidió a M onseñor O ’D u ffy que viniera a la parroquia a predicar una mi sión. A Monseñor O ’D u ffy le pareció magnífica la idea y dijo que predica ría a la comunidad del Santo N om bre una misión tan sonada que nadie en toda la parroquia cometería un solo pecado mortal en tres semanas al menos; pero que era del parecer de comenzarla lo antes posible, porque sin duda al guna, el diablo andaba suelto. A sí, pues, la misión empezó el Primer do m ingo de Cuaresma, con una solemne misa mayor oficiada por el propio Monseñor O ’ D u ffy . El canónigo pronunció su primer sermón desde las gra das del altar, después de la Comunión, en vez de hacerlo después del Evan gelio, porque se proponía pronunciar un sermón agotador y calculaba que luego no se hallaría en disposición de cantar demasiados latines. ((Apártense de la puerta, vociferó, para empezar, a los que estaban en el fondo de la iglesia; apártense de la puerta para que pueda ver si alguien in tenta salir de aquí. Y ustedes córranse un poco y dejen sentarse a esa mucha cha — gritó a Lady Ippecacuanha— . N o pretenderá monopolizar el banco, ¿verdad? En el nombre del Padre y del Elijo y del Espíritu Santo. Am én . Amados hermanos: en vista de los estragos que el pecado causa en esta pa rroquia, he sido llamado por vuestro buen rector para daros una misión y 130 Reflejos de la predicación sagrada en la literatura actual (16) The Power and Glory, p o r G r a h a c G r e e n . L o n d o n , 1951, p á g s . 85-87.
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