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P. Mauricio Je Begoña 125 — Et maintenant, mes enfants, le Révérend Pére Smith va bien vouloir nos dire quelques mots. Completamente desconcertado, com o le sucedía siempre que había de hablar en público en presencia de la Reverenda Padre, el Padre Smith pro nunció unas breves palabras sobre la belleza de la festividad que iban a ce lebrar dentro de poco. D ijo a las niñas que cuando fuesen mayores y vivie sen en el mundo, hombres y mujeres malos pretenderían hacerles olvidar las hermosas doctrinas aprendidas en el convento; pero que no debían hacerlo, porque esas doctrinas eran no sólo hermosas, sino verdaderas. Bastaba escu char el precioso himno que acababan de cantar en honor del Santísimo Sa cramento para darse cuenta de que Dios había querido hacer del mundo un lugar magnífico y deleitoso, y , desde luego, así lo había hecho, porque era Dios quien había esculpido las montañas y excavado los valles y colmado los océanos, mientras que las ciudades en cambio eran obra de los hombres, y por eso eran a veces tan horribles. Las únicas veces que los hombres pa recían haber sido capaces de crear algo realmente bello era cuando en la Edad M edia habían edificado las iglesias y las catedrales, y ello era debido a que, mientras trabajaban en su construcción habían estado pensando con tinuamente en D ios, y por eso habían salido de sus manos tan bellos pi náculos y hermosos capiteles. Pero habían de tener siempre presente que ninguna catedral, ningún lago, ni ninguna montaña podrían jamás ser, ni siquiera remotamente, tan bellos com o Nuestro Señor en el Santísimo Sa cramento del Altar, com o podrían comprobar personalmente algún día, cuan do le viesen cara a cara en el cielo. Las niñas aplaudieron un poco al acabar el Padre Smith su plática, pero el sacerdote estaba convencido de que sólo lo habían hecho por cortesía. D e la expresión del rostro de la Reverenda Madre era imposible deducir lo que pensaba de su alocución, y tampoco lo expresó verbalmente cuando sa lieron juntos del aula, limitándose a darle las gracias por su amabilidad en venir a verla s...» ( 14 ). E. M orales Es muy natural que la empresa más difícil se presente a los novelistas cuando han de poner en labios de sacerdotes discursos morales. Esto re quieren una precisión y una información ética católica que es muy raro que se encuentren en los seglares, y máxime en seglares artistas y literatos en quienes por esa misma primacía de los valores estéticos, el sentido ético suele encontrarse bastante absorbido por la preocupación creadora estética. (14) B ruce M arshaix , O. c., págs. 197-199.
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