PS_NyG_1954v001n001p0104_0145

acaba por una cuba, como han tenido que confesar en el Santo Sacramento c!e la Penitencia todos los borrachos católicos» ( n ) . Ciertamente no procede con la misma prudencia Guareschi cuando nos presenta a D on Camilo haciendo, no sólo un sermón de circunstancias, sino de alusiones personales que le pudieron originar un disgusto ante su- feli­ greses y el señor Ob ispo: «A qu e l dom ingo D on Cam ilo habló en la iglesia de las vides asesina­ das, con emoción y lirismo com o si se las hubieran cortado a su padre, que era campesino. Pero cuando en un momento dado vió a Pepón entre los fe­ ligreses, se torno sarcástico: — Agradezcamos al Eterno que ha colocado el sol alto en el cielo e in­ alcanzable; de otro modo, alguien, para molestar al adversario político, vendedor de anteojos ahumados, ya lo habría apagado. Escucha, pueblo, la voz de tus je fe s: ellos poseen la verdadera sabiduría, ellos te enseñan que para castigar al zapatero antipático, debes cortarte los pies.» Y continuó mirando a Pepón com o si el discurso le fuera destinado» ( 12 ). M as estos son el estilo y el temperamento de un poderoso cura de la re­ sistencia, com o ha sido D on Camilo. N i siquiera en las circunstancias de las rogativas puede contener su indiscreto cclo, siempre basado en una inmensa voluntad de predicar la verdad en favor de sus encomendados. Con el Cristo en sus brazos y ante las aguas que amenazan las casas y los campos, D on Camilo ora así: «Jesús, si en este inmundo pueblo las casas de los pocos hombres de bien pudieran flotar como el arca de N o é , yo os rogaría enviar tal crecida que arrase el dique e inunde todo el pueblo. M as, com o los pocos hombres de bien viven en casas de ladrillos iguales a las de tantos canallas, y no sería justo que los buenos debieran sufrir por las culpas de los pillos del tipo del alcalde Pepón y de toda su chusma de bandoleros sin D ios, os ruego salvar al pueblo de la inundación y concederle toda clase de prosperidades. Am én— murmuró la voz de Pepón detrás de D on Camilo. Am én— repitieron a coto los hombres de Pepón, que habían seguido al Crucifijo» ( 13 ). Una vez más es un halagador constraste escuchar la tímida plática del Padre Smith, a unas colegialas, con el sobresalto que le ocasiona al sacerdote la amable e indeclinable invitación de la religiosa francesa que le invita a hablar de improviso a las colegialas que van a hacer la primera comun ión : «La Superiora esperó que hubiesen concluido toda la secuencia antes de hacer la menor demostración de haber advertido la presencia del Padre Smith, y luego, haciéndole subir a la tarima, d ijo : 124 Reflejos de la predicación sagrada en la literatura actual (11) Id., lbid., pág. 8. (12) G iovanni G uareschi , O. c., pág. 102. (13) Id., lbid., pág. 186.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz