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P. Mauricio de Begoña 115 reprochaba Mauriac, siendo así que el siguiente reproche sería más exacta mente dirigido a los biógrafos: «E l fracaso de la mayor parte de los novelistas que han querido hacer revivir a los santos, tal vez estriba en que se han extenuado tratando de pin tar seres sublimes, angelicales, sobrehumanos, cuando en verdad, lo que de bían haber hecho era destacar aquello que la santidad deja de miserable mente humano en la criatura y que pertenece, precisamente, al dominio del escritor.» Los novelistas de hoy parecen haber seguido esta consigna. A sí lo hace el mismo Mauriac, el cual presenta al sacerdote en el lugar que le corres p onde: «ni un hombre cualquiera, ni un ángel». El párroco de su Beso al Leproso ha servido a D ios y al Becerro de Oro. Favorece el casamiento de N oem í con Jean Péloueyre para que la herencia no caiga en manos de los Cazenave. Pero bajo su tosco extenor se dejará entrever la austeridad interior. A l presentir el drama que ha ocasiado, co mienza a dudar de sí mismo. ¿ Había sido realmente el instrumento de D ios ? O , pobre cura de aldea, ¿había tenido la temeridad de sustituir al Ser Su premo? El párroco vivirá sumido en la sombra, a los ojos de su juez, aplas tado por el sentimiento de su responsabilidad. Y ves Frontenac nunca será sacerdote; pero en el mismo rechazar su vo cación se nos hacen patentes los designios de D ios sobre sus servidores. «T e he elegido, te he apartado de los demás, te he marcado con mi signo.» Esa es la voz que persigue a Yves hasta el fondo del jardín de los Frontenac. Y cuando grita: « ¡N o , n o !» y proclama su libertad, es sólo una libertad ilusoria. «Eres libre, dice la voz, de arrastrar un corazón que no he hecho para el m u n d o .. . ; eres libre de tratar de aplacar un hambre que nunca será saciada. C on ninguna criatura encontrarás paz y correrás de una en otra.» Sería cuestión de preguntarse hasta qué punto esta versión del rechazo de una vocación produce esos resultados de hostigamiento e intranquilidad que tradicionalmente describen algunos maestros de la vida espiritual y que por lo visto recogen estos novelistas. En ningún aspecto parecen justificadas estas situaciones a lo Caín, según la observación de casos concretos y sola mente son explicables com o resultado de una convicción fracasada o de la naturaleza y temperamento del interesado, que, com o hombre, es fácil que no halle nunca del todo la paz. La misma economía de la Iglesia, rigiendo canónicamente estos casos, fuera de la apostasía, bastara para hacer difíciles o extraños estos casos de remordimiento insaciable. Se ha pensado ya, acer tadamente, en la creación de Hermandades de ex-seminaristas para encauzar sus posibilidades de actuación cívica y de apostolado en el ambiente seglar al que se reintegran ( 5 ). (5 ) V é a s e Ecclesia, 5 ju n io 1954, pág. 4.
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