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9 2 El punto de partida de la metafisica de Duns Escolo basta para llegar a conocer que nuestro conocimiento más perfecto es la vi sión intuitiva de Dios. Esta misma limitación se impone tratándose de saber cuál es el objeto del entendimiento humano. «Se ha de negar... que co nozcamos naturalmente que el ser es el objeto primero de nuestro entendi miento, y esto según su indiferencia total a lo sensible y a lo inteligible» ( 13 ). H e aquí cómo, para establecer que el ser común a D ios y a la crea- tura, a lo material y a lo espiritual es el objeto propio del entendimiento humano en cuanto potencia, estamos necesitados de la Revelación. Por con siguiente, el ámbito de la Metafísica viene señalado por una premisa, que no es de razón sino de fe. La Filosofía está, pues, desde el planteamiento del primer problema metafísico, en dependencia del dato de la Revelación. T e niendo, com o de hecho tenemos, el concepto de ser abstraído de la realidad material, no podríamos saber si ese concepto se podía aplicar unívocamente a D ios y a las sustancias separadas, si la Revelación no nos enseñara que nuestro entendimiento tiene de suyo capacidad para todo lo inteligible. C on esta premisa y con la premisa de la experiencia interna que nos patentiza que podemos llegar a un concepto de ser que de suyo prescinde de la mate rialidad, concluimos que ese concepto de ser es un concepto trascendente, dotado de la indiferencia necesaria para ser predicado en un mismo sentido de todo lo real. «Desde el momento en que el entendimiento humano es una facultad capaz a la vez de abstracción y de intuición inteligible, el ser, que es su objeto primero, debe poder predicarse en un mismo sentido del ser sensible y del ser inteligible» ( 14 ). E l objeto de la M etafísica v la univocidad C om o se desprende de lo que acabamos de decir, el objeto propio del en tendimiento humano es el ser común, y éste ser común es el objeto de la Metafísica. Por su misma indiferenciación es apto para ser predicado en un mismo sentido de todos los seres, y esto nos introduce en la cuestión capital de la univocidad del ser en Escoto. Para que el ser pueda dar razón de nues tro conocimiento de D ios y de la creatura, de la realidad material y de la espiritual, es preciso que se predique unívocamente. «Si se admite que el predicado ens no es unívoco a la creatura y a D ios, a la sustancia y al acci dente, y no pudiendo por otra parte negar que todas estas cosas son para nosotros inteligibles, es evidente que no se puede hablar de un primer objeto de nuestro entendimiento ni secundum virtutem , ni secundum praedicatio- (13) «Ad aliud negandum est illud quod assumitur, quod scilicet naturaliter cognoscitur ens esse primum obiectum intellectus nostri et hoc secundum totam indifferentiam entis ad sensibilia et insensibilia.» Or., Prol., q. 1, art. 2, n. 12. (14) G ilson , O. c., p. 61. nota.
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