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P. Gabriel ele Sotiello 91 idéntico sentido, de todo lo real, sea de orden material o de orden espiritual. En una palabra: el ser de Escoto es unívoco, mientras que el ser de la M e tafísica de Santo Tomás es solamente análogo. Pero de esto hablaremos más adelante. L a precariedad de la filosofía A un qu e se ha acusado a Escoto de tránsfuga de la antigua filosofía fran ciscana, inspirada preferentemente en San A gu tín , hoy sabemos que la in fluencia del Doctor africano y de los primeros maestros de la Orden Seráfica han dejado huellas bien visibles en muchos puntos importantes del pensa miento escotista. U no de esos rasgos de la antigua escuela franciscana que nos recuerda, com o una resonancia, al San Buenaventura de las «Collatio- nes in Hexaemeron», lo encontramos en el tema escotista de la insuficiencia de la Filosofía para establecer el objeto mismo de la Metafísica. Y a hemos visto a Escoto recurrir al dato de la Revelación para rechazar la teoría fiilosófica que establece como objeto propio del entendimiento la quididad de la cosa material. Una vez que la revelación nos ha dado a co nocer que en la visión beatífica veremos a D ios intuitivamente, no tenemos más remedio que concebir la naturaleza del entendimiento humano de tal manera que la visión beatífica le sea posible. Pero donde Escoto argumenta directamente desde un punto de vista teológico es cuando trata de establecer los límites de la Filosofía. La insu ficiencia radical de la Filosofía se funda en el hecho de que ella no puede dar al hombre la posesión de su fin último. Ahora bien ; si el hombre no es capaz de conocer por la luz de la razón que su fin último es la visión in tuitiva de D ios, la Filosofía sufre una fundamental deficiencia precisamente en la Metafísica, que es la que estudia e intenta resolver las ultimidades del hombre. Los argumentos con los que trata de fundamentar su posición son varios. El primero es de índole histórica; del hecho que la filosofía, concretamente Aristóteles, al que se le consideraba com o la expresión máxima, no sólo de facto sino también de ture, de lo que podía alcanzar la razón natural. A de más la razón natural es incapaz de conocer los medios de llegar a la conse cución del fin último. T o d o esto tiene, naturalmente, su repercusión en el tema que venimos tratando del objeto adecuado del entendimiento humano. La ilación es la siguiente: el hombre, si conociera con claridad cuál es su naturaleza, co nocería el alcance de su entendimiento y vería que es capaz de un conoci miento intuitivo de las mismas sustancias espirituales. Pero de hecho nues tra alma no nos es conocida en el presente estado sino bajo una noción ge neral, tal cual la hemos logrado abstraer de las cosas sensibles, y esto no nos
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