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po, y las cosas materiales las conoce a través de esta sustancia inteligible. En cambio, el entendimiento humano, unido al cuerpo, tiene por objeto propio una quididad o naturaleza inviscerada en una materia corpórea, y a través de esa naturaleza de las cosas visibles, se eleva a un cierto conocimien­ to de las invisibles ( 5 ). Escoto está perfectamente de acuerdo con Santo T o ­ más en afirmar que, en el estado presente( 6 ) somos incapaces de poner acto alguno de conocimiento intelectual sin recurrir al fantasma. Pero el hecho de que la quididad abstracta del sensible sea el solo objeto naturalmente accesi­ ble al entendimiento humano, pro statu isto, no nos permite concluir que esa quididad sea el objeto propio del entendimiento. Y se opone a la tesis tomista, tanto desde un punto de vista filosófico com o desde el dato de la revelación. En primer lugar, a Escoto no le seduce lo más mínimo esa «armoniosa correspondencia» que Santo Tomás establece entre la naturaleza del objeto y la naturaleza del sujeto cognoscente. La relación requerida entre un objeto y una facultad se reduce a esta: que el objeto pueda mover a dicha facultad. Pero esta relación no implica una semejanza en el grado de inmateriali­ dad entre el sujeto y el objeto. Si se requiere alguna semejanza entre ambos, es únicamente la que se establece en el acto mismo de conocer, ya que todo conocimiento consiste en esta asimilación; pero no en el sujeto cognoscente. La correspondencia postulada por el Angélico no es necesaria y no podemos concluir de ella que el objeto propio del entendimiento humano sea una esen­ cia o realidad inteligible inviscerada en la materia, bien que, de hecho, nues­ tro entendimiento no pueda exceder los límites del sensible intuitivamente. M ás adelante veremos cóm o para Escoto en aceptar o rechazar esta tesis to­ mista, le va al filósofo nada menos que el rechazar o aceptar la misma posi­ bilidad de la Metafísica. Pero, además, esta tesis tomista tiene en contra un dato innegable de la Revelación. La fe, en efecto, nos enseña que nuestra inteligencia conocerá en el cielo, directamente y sin necesidad de abstraer del fantasma, las esen­ cias puramente espirituales. Ahora bien, una facultad cognoscitiva no podría, 88 El punto de partida de la metafísica de Duns Escoto (5) Summ, theol., I, 84, 7, resp. ( 6 ) Cuando Escoto habla de «statu isto» no se refiere al estado de unión del alma con el cuerpo, sino al estado concreto del hombre después del pecado original, sin que afirme más que como una hipótesis que tal estado sea nn castigo impuesto por el pecado. «Status non videtur esse nisi stabilis perma- nentia legibus divinae sapientiae firmata.» Ox I, d. 3, n. 24. (7) «Obiectum primum potentiae assignatur illud quod adaequatur poten- tiae in ratione potentiae, non autem quod adaequatur potentiae ut in aliquo statu... nihil potest adaequari intellectui nostro ex natura potentiae in ratione primi obiecti nisi communissimum; tamen pro statu isto ei adaequatur in ratione motivi quidditas rea materialis, et ideo pro statu isto non naturaliici intelligit alia, quae non continentur sub illo ¡primo motivo.» Ox. I, d. 3, q. 3. número 24.

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