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esencia cualquiera en el orden de la posibilidad sin la existencia en ese mis­ m o orden de lo posible, o que se dé en el orden actual sin la existencia en el orden actual» ( 39 ). Esto quiere decir que la esencia es com o el fondo de la Metafísica escotista y que las determinaciones de la existencia no son más que modalidades de la esencia, en los diferentes estados— real o posible— en que la esencia puede encontrarse. La indistinción real entre esencia y existencia llevaría consigo inevitable­ mente una subordinación de ésta a aquélla. Concebida de este modo la exis­ tencia no se puede ya pensar en levantar una construcción mental a base de la misma. En este plano de visión es la existencia o los modos existenciales lo que resulta irreductiblemente distinto e incapaz de fundar un objeto de la ontolo- gía con la unidad suficiente que requiere el objeto de toda ciencia. Así, to­ mando la argumentación desde el mismo punto de partida en que la toman los que ven en el ser unívoco un ente desesenciado, o sea, que tenemos que partir de una noción de ser llevada a tal grado de abstracción que implique una conveniencia entre todos los seres, concluyen los esencialistas en un re­ sultado de sentido totalmente opuesto. El ser, tomado com o naturaleza o esencia, es lo último a lo que se puede llegar por el camino de la abstracción y lo más indeterminado. La finitud y la infinitud, la necesariedad y la con­ tingencia son «modos de ser», y , por consiguiente, los aprehendemos en un signo posterior al que nos manifiesta al ser en su pureza indeterminada. La misma existencia sigue al m odo de la esencia, y así en D ios la existencia per­ tenece necesariamente a la esencia (la existencia actual, es claro), en tanto que la esencia creada no requiere de suyo el existir fuera de sus causas. Por otra parte, esta explicación salva el peligro de antropomorfismo v de panteísmo que veía Belmond en una univocidad de tipo esencialista. La esen­ cia no es algo concretamente común a D ios y a la creatura y la finitud o in­ finidad no se le añaden extrínsicamente, sino que son modos intrínsecos del ser, identificados en cada caso con su ser respectivo. El peligro sólo hubiera subsistido en el caso de que esos modos se les añadieran como parece insi­ nuar Belmond, a la manera com o se añaden a los géneros las diferencias es­ pecíficas. Belmond estaba intimamente preocupado por defender a Escoto de la acusación, a todas luces injusta, de que su ser unívoco se hallaba en el orden predicamental. Por nuestra parte creemos que esta segunda interpretación es la más con­ forme al pensamiento del doctor Sutil, por ser la más coherente con todo su pensamiento, aunque es preciso reconocer que Escoto no elaboró con preci­ sión todas las piezas de su sistema metafísico, que ha tenido que ser aclara­ do y hasta redondeado por sus discípulos y comentadores. 102 El punto de partida de la metafísica de Duns Escoto (39) Aputl Gilson., L’être et l’essence, Paris, 1948, pp. 129-130.

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