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P. Gabriel de Sotiello 9 7 dad que hay en las cosas, dice que estos nombres — bueno, sabio, etc.— sig­ nifican la misma sustancia divina y se predican de D ios sustancialmente, sed deficiunt a repraesentatione ipsius. Es decir, que este juicio en el que afirmamos de D ios que es bueno, el predicado «bueno», com o representa­ ción, contiene solamente la bondad según se encuentra en las creaturas; pero este «m od o », según el cual el predicado ((bueno» está en mi mente, no lo afir­ mo de Dios. D e la predicación queda excluido el conjunto de determinacio­ nes materiales y de restricciones categoriales que la limitan ( 23 ). Y este pres­ cindir de las determinaciones materiales y categoriales no es quedarse con un concepto unívoco, sino afirmar la correspondencia proporcional entre el ob­ jeto sensible que nos es posible representar y el inteligible que escapa a nues­ tra representación. Escoto se sitúa en otra perspectiva distinta. Para él no se trata de saber si dos términos desempeñan un papel análogo en un juicio de proporción, sino de si el concepto designado por un término es o no es el mismo que el con­ cepto designado por otro. En una doctrina donde el ser se define por el con­ cepto, el ser tiene que ser unívoco o no tenemos tal concepto, ya que un concepto que represente dos cosas distintas aun en cuanto distintas no es un concepto, sino dos conceptos. Para el lógico un concepto análogo es sencilla­ mente un contrasentido. La analogía sólo tiene sentido en el estudio de las ciencias reales; pero esto no veda que el metafísico, aunque especule sobre el ser real, no pueda elevarse por encima de la diversidad real de los seres para abstraer un concepto común a todos, cual es el concepto de ser. ((Cuando se las enfoca desde este punto de vista, la mayor parte de las controversias entre escotistas y tomistas aparecen perfectamente vanas. Y o las llamaría frívolas si fueran un poco más divertidas. Porque los que no se han puesto de acuerdo acerca de la naturaleza del ser, ¿en qué podrán luego convenir? Sería sobre este punto fundamental sobre el que deberían enten­ derse por adelantado, aunque sólo fuera para refutarse» ( 24 ). U nivocidad y panteísmo Escoto ha sido tachado de panteísmo por su doctrina de los universales y más quizá por haber defendido la univocidad del ser. Se le ha considerado com o un lejano precursor del judío Espinosa, y esta acusación se ha repetido muy modernamente por autores de tanta nota en el campo de la Escolástica, com o el P. Garrigou-Lagrange ( 25 ). (23) Maréchal J., Le point de Départ de la Métaphysique, Paris, 1949, deux, édition, Cahier V, p. 323. (24) G ilson , O. c ., p. 114. (25) Garrigou-Lagrange, O. P., Dieu, son existence, sa nature, p. 568 sgts., Paris, 1928.

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