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incapaz de conocer. Porque esta ciencia enseña a un tiempo que su objeto es el ser en cuanto ser y que el único ser accesible es la esencia de las cosas materiales. Del objeto más noble, que es el ser necesario, sólo nos queda un concepto negativo. De aquí el dilema: o nuestro entendimiento es capaz de elevarse a un concepto unívoco del ser o no nos queda otro camino que re nunciar a la Metafísica. N o s encontramos, pues, en presencia de dos Metafísicas, la Metafísica de la univocidad y la Metafísica de la analogía. Esta tesis se ha debatido du rante siete siglos y no lleva camino de terminar. Pero lo más lamentable no es e sto : ello ni siquiera es lamentable. Lo deplorable es que con demasiada frecuencia no están de acuerdo los eternos litigantes acerca del sentido que dan al concepto de ser, concordia indispensable para lanzarse luego a la dis quisición de si el ser ha de entenderse com o unívoco o com o análogo. El ser de que hablan los tomistas es el ser que incluye todas sus modalidades con cretas; en tanto que el ser de que habla Escoto no las incluye. Desde que se empieza con esta divergencia en la terminología, toda mutua compren sión queda definitivamente descartada. Que el ser tomado con sus modos concretos de ser — pongamos finito e infinito— deba considerarse como análogo, es una afirmación contra la cual Escoto no puede oponer nada y contra la cual nunca ha opuesto nada. Si par timos de un concepto de ser aristotélico o tomista, el ser es ciertamente aná logo. Pero es aquí precisamente donde llega la Metafísica tomista en la fun- damentación de su magnífica catedral metafísica, donde encuentra Escoto una postura verdadera, pero deficiente. El problema sale a flote en este mo mento y nos interroga sobre si, más allá de su estado físico de analogía, no entraña el ser un estado metafíisico de univocidad, que sería precisamente su estado de «ser en cuanto ser». El dilema «el ser tiene que ser unívoco o aná log o », es para Escoto un dilema sin consistencia. El ser es análogo en su es tado físico y unívoco en su estado metafísico. Pero, aparte de esta mutua incomprensión que con demasiada frecuencia se echa de ver en las interminables disputas de las dos tendencias, existe una diferencia profunda, y la hallamos en el mismo concepto de analogía. Para Escoto la analogía es una analogía de concepto y se confunde con la seme janza, en tanto que para Santo Tonjás se trata de un juicio de analogía. Santo Tomás distingue entre objeto de afirmación y objeto de represen tación. Cuando trata de la cuestión: Utrum aliquod nomen dicatur de Deo substantialiter ( 22 ). Después de rechazar la opinión de Maimónides de una teología negativa y la de aquellos otros que no ven más que una relación de causalidad entre D ios y la creatura, como si cuando decimos que D ios es bue no, no quisiéramos decir otra cosa, según ellos, sino que es causa de la bon- 96 El punto de punida de la metafísica de Duns Escoto (2 2) Summ. theol. I, 13, 2, c.
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