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P. Cabriel de Sotiello 95 ( 20 ). El P. Barth ( 2 1 ) cree que esta limitación compromete seriamente la efi­ cacia de la univocidad. D e las dos razones que aduce, la primera denuncia una gran limitación en la universalidad del concepto ser. La segunda dice que la separación que hace del ser con relación a sus propiedades y diferencias últi­ mas no sólo limita el ámbito del ser, sino que vuelve dudoso su mismo fun­ damento. Pues si se supone que el ser no contiene quiditativamente al unum, la univocación, que ciertamente es un m odo de unidad, por fuerza ha de carecer de fundamento. Creo que estas objeciones no son tan poderosas que hagan desaparecer la eficacia de la univocidad. En primer lugar la univocidad interesa al filósofo no en función de las modalidades que puedan poseer los seres, sino en fun­ ción de los seres concretos, de los seres que «son ». Y ni las diferencias últi­ mas ni los trascendentales «son» en sentido pleno. Además si, com o veremos más adelante, el ser escotista se encuentra en la línea de la esencia, siendo las últimas diferencias no algo añadido a la esencia, sino un «m odo intrínseco», com o hemos dicho, al predicarse de una esencia cualquiera, sus modos intrín­ secos quedan esencialmente incluidos en esa misma esencia. Las propieda­ des tracendentales no quedan incluidas esencialmente, ya que el concepto de unum, verum aut bonum no son formalmente el concepto de ser; pero en virtud de su misma trascendencia quedan virtualmente incluidos en el ser del que se predica unívocamente y quiditativamente el ser común. Creo más bien que lo que destruiría la univocidad sería la predicación in quid de las últimas diferencias, pues, al no ser éstas comunes a D ios y a la creatura, el ser no podría seguirse predicando de ambos en un mismo sentido. ¿Q u e for­ man un concepto simpliciter simplex con el ser? Concretamente, sí; pero no en abstracto. Y lo mismo se diga de los trascendentales. U nivocidad contra analogía Escoto elaboró su teoría de la univocidad por parecerle insuficiente la explicación mediante los conceptos analógicos. Ya hemos indicado cóm o la carencia de un concepto unívoco, capaz de entrar com o objeto propio del en­ tendimiento humano haría imposible la visión beatífica de D ios en la otra vida. Pero además haría imposible toda Metafísica, ya que la privaría de un objeto específicamente distinto del objeto de la Física ,que estudia la quidi­ dad de la cosa material. Y si se recurre a la analogía, la dificultad queda sin resolver, aunque desde un punto de vista algo distinto. Y es que en este caso la Metafísica toma por objeto una realidad que el entendimiento humano es (20) «Ens non possit esse commune univocum in quid... de differentiis ul- timis nec de passionibus suis.» Ox. 1, d. 3, q. 3, 11 . 8 . (21) Barth, ib. en Collectanea Franciscana. p. 34.

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