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76 Valoración de la Metafísica «Sicut aliae scientiae — enseña Santo Tomás respecto de la Teolo gía— non argumentantur ad sua principia probanda, sed ex princi- piis argumentantur ad ostendendum alia in ipsis scientiis; ita haec doctrina non argumentatur ad sua principia probanda, quae sunt ar- ticuli fidei; sed ex eis procedit ad aliquid aliud ostendendum; ... sed tamen considerandum est in scientiis philosophicis, quod inferiores scientiae nec probant sua principia, nec contra negantem sua princi pia disputant, sed hoc rehnquunt superiori scientiae; suprema vero inter eas, scilicet metaphysica, disputat contra negantem sua prin cipia, si adversarius aliquid concedit; si autem nibil concedit, non potest cum eo disputare; potest tamen solvere rationes ipsius» ( 44 ). Esta necesidad de la Metafísica se extiende a todas las ciencias sin ex cepción alguna. Con razón pudo escribir Escoto: «Inter omnes enim scientias ista sola (Metaphysica) praecellit et ómnibus principatur. Sola enim est cui nulla alia assimilatur. Sola est cui omnis alia famulatur. Sola est, quam omnis alia admiratur» ( 45 ). Nuestro Doctor Sutil habla explícitamente de «ciencias humanas». Mas no se vaya a creer que se exima de esta necesidad aquella ciencia que, por su fuente y por su objeto, pudiérase denominar «divina»; la que, apoyada en el testimonio de los legados de Dios (o si se prefiere, de Dios mismo), trata de las más nobles y elevadas verdades: Los dogmas de nuestra sacro santa religión: «la Teología». También para ella, en efecto, esta necesidad parece clara y evidente. Porque, ¿qué vendría a ser, v. gr., el tratado de Deo Uno para quien no manejase científicamente los concentos de cau sa y efecto, de contingente v necesario, de perfección y de orden, de subs tancia y accidente, con todo lo que estos ocho conceptos fundamentales im plican? ¿Ya qué se reduciría el conocimiento teológico del de Deo Trino sin el manejo científico de las ideas de accidente y de substancia, de naturaleza y de persona, de relación, de procesión, de generación, etc.? La ejemplifica- ción podría continuarse fácilmente por los demás tratados teológicos. El re sultado sería siempre el mismo: la necesidad de ser metafísico para poder ser teólogo. Con razón escribió Suárez: «Quemadmodum fieri nequit ut quis Theologus perfectus evadat, nisi firma prius metaphvsicae jecerit fundamenta...» ( 46 ). (44) Summa Theol. I, q. I, a 8 in corp. (45) L . c., pág. 111. (46) Dis)>ulatioves Meteaphysicae. Ratio et discursua totius operis. T . I, pág. 5.
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