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P. Pelayo de Zamayón 7 5 gencia puede conocer sus propias operaciones y su ser propio, a causa de la trasparencia que su espiritualidad le confiere. Pero las ciencias particulares: matemáticas, físico-químicas y biológicas no gozan de esa inmaterialidad, es piritualidad, puesto que estudian objetos no espirituales: ens quantum , ens mobile. Luego no puede de por sí realizar dicho estudio acerca de los prin cipios propios. Además, son particularmente incapaces de defenderlos en caso de ser negados. ¿Con qué recursos contarían para semejante defensa? Dichos principios podrían ser defendidos (hipotéticamente hablado) o por sí mis mos o por sus conclusiones, o con hechos, o por principios superiores. Ahora bien, la defensa de los principios por sí mismos constituiría un manifiesto círculo vicioso: pretensión absurda. Defenderlos por sus consecuencias equi valdría a una petición de principio, puesto que las conclusiones reciben su verdad de los principios (si son verdaderos y en cuanto lo son) y no vicever sa: pretensión imposible. ¿Y por los hechos? Los hechos — observados o ex perimentados— pueden corroborar un principio, pueden ser el punto de partida para llegar a la formulación de un principio sintético, de una «ley» científica, descubierta mediante la inducción, pero nada más. Ese proce dimiento mental, la inducción, que pasa de los singulares debidamente ob servados y suficientemente enumerados a un juicio universal, presupone ya anticipadamente la posesión de varios principios, a cuya luz puede hacerse válida y lógicamente ese tránsito. La justificación del cual constituye uno de los problemas más difíciles de toda la Crítica (de la Metafísica) por la di ficultad obvia que consigo implica: Latius patet conclusio quam praemissae, y los mismos efectos pueden ser producidos por distintas causas. De modo que los principios analíticos no pueden hallar su decisiva justificación en los hechos, y menos en los hechos solos. ¿Y qué decir del único re curso que queda: defender los principios propios, reduciéndolos a otros más universales, más ciertos y más evidentes? Ese recurso es lógico y posible, pero no pueden echar mano de él las ciencias particulares por la razón an teriormente referida, a saber: Esos principios más universales caen fuera del campo del objeto formal de tales ciencias. Como si dijéramos les son desco nocidos, por lo cual no pueden recurrir a ellos, y aunque lo intentaran sería vano el intento; pues equivaldría a una explicación de algo discutido (el principio propio) por algo desconocido (el principio común): ridículo em peño. Luego también para este caso es preciso que exista una ciencia superior y universalísima capaz de cumplir esos requisitos lógicos, a saber: Que ten ga por objeto el estudio de los principios propios de cada ciencia, defen diéndolos y', justificándolos por medio de los universales o comunes, sobre los cuales pueda ejercer la facultad de la reflexión esclarecedora. Tal es la Metafísica; y solamente ella.
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