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7 4 Valoración de la Metafísica «A snrsov 51 nórepov piáí; i] s r sp a c ’smorriprií; ttepí re Ttuv év role; pa$r¡fxaai xaXooftEvmw a^iaipaTiuv xai irspi Tfjc; oúcríac;. í>avspov 5r¡ orí píac re vtai t o ü (piXooótpoo xai r¡ nep'i roórcuv éar't axéijuc artaai^ -y®P órtápxei toT? o Z c iu , àXX' où fév'ei rivi x^P1^ *^ía T® v «XXaiv. Kaì y p a iv r a i psv rrávTEí;, o rí toü ovto<; èo rlv |j ov, é'xacrtov Sè r ó 7 ÉV 04 ov... Aiónsp oòi)ei<; t u » x a r à [íépoc, èmoKOTToóvTatv ÉY^eipei Xéfeiv t i rtepi aÚTLüv, ei áXt]?)^ ^ o ü t s yeujiiéTpr)c ooT'ápii>p.ii-rtKÓc;.’> (45). Los -principios propios Toda ciencia contiene principios propios, además de las nociones comu­ nes y principios universalísimos : como, por ejemplo, las Matemáticas, el de igualdad de cantidades, y las físicas, el de la constancia o es­ tabilidad de la naturaleza; de los cuales, cada una deduce sus conclusiones típicas, o a la luz de las cuales estudian todas el objeto formal con sus pro­ piedades o sus efectos y causas. Las ciencias presuponen esos principios: son su soporte, su punto de partida; no su objeto. ¿Qué hará cuando algu­ no de ellos sea negado o restringido en sí o en sus aplicaciones? ¿Qué hará la Historia cuando se ponga en duda el valor del testimonio humano y sean negadas las fuentes históricsas, y llegue a sostenerse que toda ella no es más que un cúmulo bien ordenado de mentiras, que con el tiempo llegan a creerse como verdades? El estudio de estos principios — para precisar su exacto sentido, su va­ lor, su alcance y, en caso de ser negados, para su defensa— es más nece­ sario aún que el de los comunes, por ser aquéllos menos evidentes que és­ tos y simultáneamente necesarios cada uno para su ciencia respectiva; sin ellos, éstas quedarían sin base. ¿Pero qué ciencia los defenderá? La res- juesta es idéntica a la dada para los anteriores casos. Las razones que la motivaron son similares también. En efecto, las ciencias particulares no pueden realizar ese estudio. Como los principios no forman su objeto, sino su base, para estudiarlos necesitarían realizar un retorno, de­ jando el objeto y volviendo al punto de partida. Este acto de reflexión onto­ lògica completa es exclusivo de las facultades espirituales; en cuanto al hom­ bre, sólo su inteligencia puede realizarlo. Y en esta preciosa posibilidad se apoya la recta y satisfactoria solución del problema crítico. Nuestra inteli- L a f u e n t e c o m ú n d e t o d o s e llo s es e l F iló s o f o ; e l c u a l e n s e ñ a : ( 43 ) Mei. ( I V ) , 3 , 1005 a 1 S s s .

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