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70 Valoración de la Metafísica y no convenga a lo mismo simultáneamente y bajo el mismo aspecto.» O en otra forma : «Una cosa no puede ser y no es al mismo tiempo y bajo idén­ tico aspecto». 2 .° El de identidad. — «Todo ser es ser». O también: «Lo que convie­ ne a una cosa hay que afirmarlo de ella». 3.0 El de exclusión de tercero. — «Entre ser y no ser (del mismo objeto y bajo el mismo aspecto) no puede darse un tercero (un intermedio)». 4.0 El de identidad comparada. — «Los seres, que son idénticos a un ter­ cero (en toda su extensión) son idénticos entre sí». 5.0 El de razón suficiente. — «Todo ser tiene su razón suficiente; y esto en cuanto a su esencia, como respecto de su existencia, como en cuanto a su inteligibilidad». 6 .° El de causalidad. — «El ente contingente es causado». O «existe por 1 la acción de una causa (eficiente)». 7.0 El de finalidad. — «Todo agente obra por un fin». O también: «Todo ser contingente tiene una causa final». Hállanse en las ciencias estos principios de dos formas: o empleados en toda su universalidad, sin contraerlos al objeto particular de la ciencia, como se hallan también en el lenguaje común, aunque raras veces; o tam­ bién — y esto es lo más frecuente— contraídos y determinados a su ob­ jeto propio. En las matemáticas predomina el principio de identidad com­ parada, circunscrito a la extensión. Cuando el geómetra dice, por ejemplo, «dos triángulos iguales a un tercero son iguales entre sí». O más general­ mente: «Dos cantidades iguales a una tercera...», no hace más que con­ traer aquel principio generalísimo a su objeto, la «cantidad», poniendo ésta en lugar del «ser» y afirmando la «igualdad» en lugar de la «identidad» afirmada por aquél. En las ciencias físicas predomina el principio de cau­ salidad, contraído al movimiento o a las propiedades físico-químicas. El principio de la «inercia», verbigracia, en su segunda parte, en la que se afirma que un cuerpo en reposo no cambia de estado si no es por el im­ pulso de algún agente distinto, no es, al fin de cuentas, más que una apli­ cación del principio de causalidad en la forma algo restringida, en que lo enunció Aristóteles: '"Arav xó xivoó|ievov áváyxr) ~vo xivo'c xtvs?tj0ai» ( 39 ): «Necesariamente lo que está en movimiento lo está en virtud de otro que lo mueve». Lo mismo puede decirse en Química, cuando se esta­ blece la teoría atómica acerca de la constitución íntima de los cuerpos como razón explicativa de los diversos y numerosísimos hechos científicos ob­ servados en tal sentido y sistematizados bajo las leyes de Dalton y demás investigadores. Con lo cual no se hace otra cosa que buscar para esos fe­ nómenos una realidad; para esos efectos una causa razonable. En las cien­ cias biológicas interviene, además de los anteriores, el principio de finalidad. Í 39 ) Phys. V I I , 1 , 241 b 24 .

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