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66 Valoración de la Metafísica frecuente en las investigaciones de las ciencias denominadas «naturales» por antonomasia, es muy amplio, tan complicado que su elaboración adecuada resulta por extremo laboriosa. La historia lo dice bien claro: no en vano se han escrito — y en nuestros días continúan escribiéndose — volúmenes en­ teros para dilucidar sus significaciones ( 34 ). ¿Y qué decir de otra noción muy afín a la precedente y tan traída y lle­ vada como ella o acaso todavía más, la de substancia? ¿Podrá decirse que es un concepto fácil en vista de su contenido: substrato que soporta las pro­ piedades de la cosa y que generalmente permanece invariable a través de los cambios que afectan a aquélla (a la cosa, a lsujeto)? No; la historia de las múltiples vicisitudes que a través de los siglos y de los sistemas filosófi­ cos ha experimentado dicha noción no deja lugar a duda. En la Escolástica, su esencia consiste en que sit res cui competit — debeter — esse in se, algo independiente, existente por sí, algo que no es propiedad o estado de otro: Substancia dicitur res per se existens, ita quod nata est per se existere et nullo modo in alio, como enseña San Buenaventura ( 35 ); o también: Sub- iectum quod non indiget extrínseco fundamento in quo sustentetur, sed sustentatur in seipso, et ideo dicitur subsistere quasi per se et non in alio existens, como expone Santo Tomás ( 36 ): es el sujeto último, que no es a su vez determinación predicable de otro sujeto. Pero los Escolásticos no ignoraban que Aristóteles había ya notado cómo la sustancia podía tomarse en cuatro sentidos por lo menos, como la esencia de un ser xo tí yjv slvat, como lo universal, como el género y como su­ jeto; sabían asimismo que se hablaban de substancias primeras y segundas; que se daban substancias completas e incompletas; de modo que resultaba un problema el determinar cuál es el ser propio de la substancia, y qué seres son propiamente substancias o qué substancias hay. Para la Escolástica no significaba necesariamente un ser permanente y mucho menos inmutable, sino un ente que es sujeto de otras propiedades entitativas; pero que está en sí, no en otro como soportado por él; le pertenece la subsistencia, ex­ cluye la inherencia. Pues bien, a pesar de toda esa pulimentación del con­ cepto de substancia, la oscuridad persiste. En efecto, cuando esa noción se aplica a los seres mudables con movimiento intrínseco, o más sencillamente a los dotados de vida, ¿cómo se verifica la noción de substancia? Tomemos, por ejemplo, una planta, un pino. ¿Es realmente substancia? Sí, desde luego. ¿Es «substancialmente» el mismo durante toda su vida? Es obvio que sí, desde que, arraigado poco en tierra, pesa un kilo, hasta que, plenamente desarrollado, llega a pesar una tonelada entre su pesado tronco y sus fron­ dosas ramas. Pero ¿cómo puede permanecer idéntica una substancia mate- (34) Paniker, R ., El concepto de naturaleza, Madrid, 1951. (35) Sent. IV , d. 12, p. I, a. I, q. I ad 4. T . IV , pág. 271 b. (36) De Potentia, q. I X , a. I in corp.

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