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P. Pelayo ele Zamayón 65 todas las ciencias de adquirir un conocimiento distinto, claro y preciso, de las nociones comunes antedichas. Carecer de él sería condenar los resultados de las «ciencias» a inexactitudes, a vacilaciones y hasta a errores, no sin no­ table perjuicio para las mismas ciencias físicas y, lo que es peor, cerrando el campo visual a sus cultivadores para no ver a través de sus huellas estam­ padas en las criaturas. En segundo lugar — y esto es lo que más hay que tener en cuenta— di­ chas nociones, por lo menos muchas de ellas, tienen tan variadas significa­ ciones, comprenden tan profundos y dispares contenidos ideales que resul­ tan por extremo difíciles, aunque a primera vista parezcan estar al alcance de cualquier entendimiento. Pongamos tres ejemplos: Naturaleza, sustan­ cia, causa. Naturaleza ha significado primeramente la acción de «nacer», la pro­ ducción o, mejor aun, la fuerza generadora de algún ser. Pero como la ge­ neración supone algo de lo cual es engendrado el ser, la naturaleza signi­ ficaba para los primeros filósofos griegos, elaboradores de esta noción, el principio unitario del cual brotan o dimanan las «cosas». Aristóteles afinó más el concepto, entendiendo por naturaleza «el principio del primer movi­ miento inmanente de cada ser, en virtud de su propia esencia, «de ñor sí y no accidentalmente»; o también «la esencia de los seres que poseen en sí mismos y en tanto que tales el principio de su movimiento o «actividad». A esta noción, así perfilada por el Estagirita, pronto vino a añadirse otro matiz: la esencia, «lo que hay», debe servir de norma a la conducta, a «lo que debe hacerse». Los estoicos, en efecto, se proponían «volver a la natu­ raleza» como norma de moralidad, «vivir según la naturaleza». Todo este contenido ideal fué acrecentándose a través de los siglos. Santo Tomás, por ejemplo, recuerda que naturaleza ha venido significando: primero, genera­ ción de los vivientes; segundo, principio intrínseco del movimiento; terce­ ro, materia y forma, y cuarto, la esencia de cualquier cosa ( 33 ). Estas sig­ nificaciones de naturaleza adquieren un nuevo matiz con el advenimiento del Cristianismo, principalmente por el misterio de la encamación del Ver­ bo y por la subordinación de todo lo creado a Dios. De forma que viene a establecerse cierta oposición o, a lo menos contradistinción entre natura­ leza y gracia o mundo sobrenatural, como asimismo entre naturaleza y li­ bre albedrío; entre naturaleza y civilización. A l mismo tiempo, naturaleza (sobre todo si escrita con mayúscula) significaba también com-plexus omnium substantiarum, y por ese camino hasta se ha llegado a identificar por los pan- teistas con Dios, natura sive Deus. Cada grande sistema filosófico: el realis­ mo moderado, el racionalismo, el panteísmo realista (Espinosa) o el idealista (Hegel)... han elaborado sus conceptos peculiares de ella. En conclusión: La noción de naturaleza, tan empleada en el uso cotidiano del lenguaje y tan ( 33 ) Summa Theologica, I I I , q . 2 , a . 1 .

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