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P. Pelayo de Zamayón 59 turale desiderium quietec sicut ultimus finis. Est igitur ultimus fi­ nís hominis ipsa Dei cognitio» ( 27 ). c) Además, ese deseo irreprimible de nuestra voluntad hacia la dicha, que sólo en la posesión de Dios se halla, nos conduce a reconocer la nece­ sidad de la Metafísica por otro nuevo motivo, a saber: Nuestra voluntad es libre, pero ciega. Lo que equivale a dos cosas: primera, que para con­ seguir el objeto de su felicidad, tiene que tender a él con actos honestos, libremente ejecutados; y segunda, que para que ella imprima a sus actos esa dirección honesta, debe ser dirigida por las luces del entendimiento, el cual le muestre el fin— su fin último— los medios aptos para conseguirlo y la forma de evitar las desviaciones posibles de la actividad humana libre durante la presente vida. O más claramente: La actividad moral de la vo­ luntad humana necesita una luz intelectual que le muestre el bien y el mal, la obligación y el derecho, el vicio y la virtud y, sobre todo, el fin a que enderezar toda su actividad libre. Y esto no puede conocerse, sin haber conocido antes a Dios, Bien último, Providente y remunerador, al hombre y su misión sobre la tierra: o sea, la naturaleza humana y la vo­ luntad divina. La frase lapidaria de Cicerón: «Natura iuris... ab homi­ nis repetenda (est) natura» ( 28 ) está indicando que aún en las tinieblas del paganismo brillaban los destellos de esta verdad. O dicho todo en dos pa­ labras : La Moral presupone la Metafísica. 2 .— Pruebas por razón del objeto conocido Por parte del objeto del conocimiento científico podríase proponer una razón general de la siguiente forma: Será necesaria la Metafísica, si ade­ más de la realidad que nos dan a conocer las ciencias particulares, quedan por conocer otros objetos, los cuales piden y exigen otra ciencia superior. Pues bien, así acontece en efecto. Además de la realidad del mundo sen­ sible, tal cual nos lo dan a conocer las ciencias, hay otras realidades inma­ teriales y un problema epistemológico, que por razón de su universalidad, escapa a las ciencias dichas. Luego se hace necesaria una ciencia superior a ellas; es la Metafísica. Lo primero es evidente. Bastará dilucidar lo segundo. a) Que exista un mundo de realidad inmaterial, cognoscible por el entendimiento humano; más concretamente hablando, que haya una sus­ tancia suprasensible, inmaterial, inmutable, cognoscible por el hombre co­ mo causa suprema del ser, desde diversos aspectos, en una palabra, que existe Dios, es claro. Ahora bien, ni las ciencias particulares, que tienen por objeto el mundo material y sensible; ni la Lógica, que, aunque uni- ( 27 ) Summa contra Gentiles, lib . I I I , ca p . 25 . ( 28 ) De Legibus, lib . I , cap . 5 .

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