PS_NyG_1954v001n001p0039_0084

5 8 Valoración de la Metafisica en sil posesión plena, segura v perfecta, hallará el hombre la bienaventu­ ranza? No: con razón las podemos suponer como sobradamente conocidas. He aquí por qué el agnosticismo positivista o kantiano, o materialista, o de cualquier otro matiz que fuere, al apartar a Dios de nuestro entendi­ miento, y por consiguiente, de nuestra voluntad; al declarar imposible nuestro conocimiento de El y, por lo mismo, nuestro amor a El, constituye la más cruel e inhumana mutilación del entendimiento y de la voluntad en su aspiración más profunda. Como al contrario, las pruebas de esta ne­ cesidad que tenemoes de poseer a Dios para cumplir nuestro primordial destino como seres racionales v conseguir nuestra felicidad eterna, consti­ tuyen quizá la más hermosa justificación del conocimiento metafísico de su legitimidad y de su necesidad insustituible. b) Palpita igualmente en la voluntad humana el deseo natural de co­ nocer la primera causa de cuanto existe v actúa en el universo: El movi­ miento de los entes que en él se agitan, la subordinación de las causas que en él obran, la contingencia de los seres, la gradación de las perfecciones que en él resplandecen, la finalidad ordenada del cosmos. La explicación satisfactoria de todo esto exige que nos remontemos a una primera causa, suprasensible, inmaterial, inteligente, perfecta: Dios: Primer motor in­ móvil, primera causa eficiente incausada, ser necesario y perfectísimo, su­ prema inteligencia ordenadora del universo. La Teodicea es la cumbre de la Metafísica. Con la profundidad y claridad que caracteriza su genio desarrolla esta prueba Santo Tomás en una serie de raciocinios, de los que no me resisto a trascribir los dos siguientes: «Naturaliter inest ómnibus hominibus desiderium cognoscendi causas eorum quae videntur; unde propter admirationem eorum quae videbantur, quorum causae latebant, homines primo philoso- phari coeperunt; invenientes autem causam quiescebant. Nec sistit inquisitio quousque perveniatur ad primam causam; et tune per- fecte nos scire arbitramur quando primam causam cognoscimus. De- siderat igitur homo naturaliter cognoscere primam causam quasi ultimum finem. Prima autem omnium causa Deus est. Est igitur ultimus finis hominis cognoscere Deum. Praeterea: cuiuslibet effectus cogniti naturaliter homo causam scire desiderat. Intellectus autem humanus cognoscit ens universale. Desiderat igitur naturaliter cognoscere causam eius, quae solus Deus est, ut in secundo probatum est (c. 15 ). Non est autem aliquis asse- cutus finem ultimum quousque naturale desiderium quiescat. Non sufficit igitur, ad felicitatem humanam, quae est ultimus finis, qua- . liscumque intelligibilis cognitio, nisi divina cognitio adsit, quae na-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz