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P. Feliciano de Ventona 13 goza el «Bien» de absoluta primacía, aunque tan sólo en el plano de la ética. A través de los bienes aparentes y transitorios, la mente socrática bus­ ca el «Bien» en sí, permanente e inmutable, único «Bien» que puede ser cla­ ve de la vida moral. Esta idea luminosa es recogida y fecundada por su genial discípulo Pla­ tón. A éste, la escisión entre lo transitorio y permanente, entre lo temporal y eterno, le lleva a la admisión de dos mundos, totalmente desligados entre sí, aunque con repercusiones mutuas: uno de realidad plena, inmutable y arquetipa; el otro de realidad aparente, sensible, mera sombra o proyección del anterior. Pues bien, en el mundo de la plena realidad, que es el mundo de las ideas eternas e inmutables, hay una que brilla como el sol, es la idea de «Bien». De esta idea primera dimanan el ser y la inteligencia de las de­ más. En un famosísimo texto del libro V II De República, de historia multi- secular, tanto en filosofía como en teología, nos dice Platón textualmente: «En el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien; pero una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de la verdad y conocimiento» ( 19 ). La tentación de identificar en este texto la idea de «Bien» con la idea de Dios ha sido una tentación secular. Según ella habría que concluir que para Platón el cons­ titutivo metafísico de la divinidad es el «Bien» que se difunde y se comu­ nica. A ctitud diametralmente opuesta a la que hemos visto siguió A ristó­ teles. Indudablemente, la identificación de la idea de «Bien» y de Dios en la filosofía de Platón tropieza siempre con nuevas dificultades, según ha demos- rado el conocido historiador E . Gilson ( 20 ). Pero es indiscutible a su vez que ( 19 ) T om am o s la trad u cció n de la ed. b ilin g ü e de La República, por J . M. Pabón y M. F e rn an d e z G alian o . (In stitu to de E s t. P ol., M adrid, 1949 ), t. I I I , p. 6 - 7 . H e aq u í e l tex to g rie g o q u e p o r su im p o rtan cia e x tra o rd in a ria tra n sc rib im o s: ’E v T Íp fv u u c r n p T e X s u r a í a r j t o u o q fa d o o i$ é a vca'i ¡ jtó f iq ó p a a $ a t, ó ty d e íc x a Se o iA X o - f ia r é a s T v a i újq a p a T ta o t T tá v rc u v a o T T j ó p $ ¿ ü v r s x a i x a X ó ü v a r r í a , ev ts ó p a r i / j tp£ü<; x .a i t ó v t o ó t o u x ó p jo v T S K O Ü a a , ev r e v o r ¡ T c ij a u r r j v t o p í a á \ r j- ¡ ) s ia v n a l v o o v T T a p a a ^ o fx é v r]. ( 20 ) Dios y lo filosofía... p. 47 - 48 : «N ada se a sem e ja m ás a la definición c ristia n a de D ios q u e e sta d efin ición d e l «Bien». P e ro cuan do se h a dich o todo lo qu e se h a qu erid o , ah í q u ed a el h ech o de q u e P la tó n n u n ca h a llam ad o dios a su « B ien » ... D eb e s e r líc ito s u g e rir q u e si P lató n n u n ca d ijo qu e la «Id ea del B ien » fu e ra d ios, la razó n de ello p u do s e r qu e n u n ca p en só en e lla com o tal d io s...»

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