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mostrado que el contacto de estos dos grandes pensadores que tanto influ yeron en la cultura, es, a su vez, un contacto mediato a través de los neo- platónicos. Todo esto prueba que el platonismo de la escuela franciscana es sobre todo de ambientación. Como decía M. Grabmann, en ella se siente un pe culiar calor, entusiasmo, «Glut», que sin encontrarse en tesis definidas late en sus escritos ( 8 o). Por lo que toca a la metafísica del «Bien» sería absurdo negar su en tronque platónico; pero no menos absurdo sería el reducir el pensamiento de San Buenaventura al molde de Platón o de Plotino. El Seráfico Doctor los supera en su equilibrio sereno que sabe aunar las exigencias de las leyes fundamentales del ser con la dinámica profunda que encierra la idea de «Bien». Una vez más el pensamiento cristiano acoge lo mejor del pensa miento pagano, para perfeccionarlo y transmutarlo en una propedéutica de la gran cultura cristiana. No podemos cerrar este estudio sin aludir a otras interpretaciones dis tintas de la que hemos estudiado. Comentémolas, aunque sólo sea breve mente. E. Longpré, el conocido y benemérito escritor franciscano, afirma ca tegóricamente ( 81 ) que para Estoco, lo mismo que para San Buenaventu ra, Dios es primeramente el «Ser». Ninguna objeción tenemos que oponer a ello; pero advirtiendo que esta afirmación no responde adecuadamente a la complejidad del problema de la metafísica del «Bien». }. M. Bissen, a quien en España sigue M. Oromí ( 82 ), define mejor esta actitud al escribir que le premier nom de cet être, pour Saint Bona- 36 La metafísica del Bien en la Teología de San Buenaventura (80) Thomas von Aquin, 6 A u fl., Muenchen, 1935, p. 45: «Bei Thom as gibt die nuechterne R eflexion der aristotelischen Denkweise die sprachliche E ig e na rt; bei Bonaventura teilt sich auch der D ik tio n die G lu t platonischaugus- tinischer Begeisterung m it.» (81) La Philosophie du B. Duns Scot, p. 197. (82) Obras de San Buenaventura (ed. B . A . C.), t. I I I , Introd., p. 48-49. Con la nitidez y precisión que le caracteriza, así expone M . O rom í su interpreta ción de San Buenaventura, de la que disentimos en cuanto nos parece, como advertimos en el texto, que no se llega a la raíz del problema metafísico-teoló- gico: « T a l vez resulte extraño para algunos el que el ejemplarismo metafísico bonaventuriano se apoye expresamente sobre ¡a consideración de la verdad di vina, y no de la bondad. E sto es más de adm irar, como nota Bissen, cuando se advierte que su Maestro Ale jan dro de Hales, bajo la influencia de la escuela de San V ícto r, coloca como centro de su síntesis doctrinal la idea de «B ien ». P or otra parte, es bien conocido de todos el voluntarismo o la prim acía de la voluntad sobre la inteligencia en San Buenaventura... Creemos que la verda dera solución de esta aparente antinom ia consiste precisamente en tener en cuenta la doctrina sobre las ideas ejemplares que acabamos de exponer, las cuales dan a la verdad un carácter dinám ico que im ita la concepción del Bo num diffusivum sui del neoplatonismo cristiano.»
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