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siones divinas no como operaciones de la naturaleza, sino como donaciones de las personas: el Padre dona (comunica) la naturaleza al Hijo y por el Hijo al Espíritu Santo ( 26 ). Este especial relieve que la teología griega dio al concepto de donación en la explicación del misterio trinitario condujo a los dos grandes Maestros franciscanos Alejandro de Hales y San Buenaventura a una interpretación de la vida trinitaria diversa de la meramente psicológica de San Agustín. Y no es que San Buenaventura desconozca en este punto al que en todo mo mento veneraba como a Maestro. Veremos en su lugar cómo San Buenaven tura utiliza, tanto en filosofía como en teología, las intuiciones geniales de San Agustín al interpretar el d°gma de la Trinidad, según la imagen de la misma en el alma humana. Pero es indudable al mismo tiempo que San Buenaventura completa la visión psicológica trinitaria de San Agustín con la metafísica del «Bien» que bebió en fuentes platónicas, en esta ocasión, distintas de San Agustín. Un anillo une la dirección de la teología griega en la interpretación de la Trinidad con la de San Buenaventura y de su Maestro, Alejandro de Hales. Este anillo fundamental es el famoso San Dio nisio Areopagita, hoy llamado rectamente Pseudo-Dionisio. Actualmente sabemos con certeza que el discípulo de San Pablo, San Dio nisio Arepagita no tiene nada que ver con el autor del hoy llamado «Cor pus Dionysiacum». Los escritos de este Corpus, verdaderos bloques erráticos, como los llama Pourrat ( 27 ), aparecieron a fines del siglo V en Oriente y lle garon a adquirir, según frase del mismo autor, una autoridad «presque sem- blable á celle de la Bible» ( 28 ). Se podrá quizá lamentar el que el neopla tonismo por medio del Pseudo-Dionisio haya sido el molde en el que se estructuró la gran mística cristiana, viniendo a ser en esta importantísima rama del saber teológico semejante, y quizá más, a lo que fue Aristóteles con relación a la teología ( 29 ). Pero, como hecho histórico, indiscutiblemente su influencia fue extraordinaria. Por eso nos es tan necesario conocer su acti tud sobre la metafísica del «Bien» en sus relaciones con la teología. Sobre tres puntos de su teología queremos llamar especialmente la aten- 16 La metafísica del Bien en la Teología de San Buenaventura (26) Cf. I. M . Dalmau, Sacrae Theolog, Summa. (ed. B . A . C.), t. I I , p. 439-443. E n nota se indica la bibliografía fundamental sobre este tema. Hemos consultado especialmente entre los autores españoles a A . Am or R u ib a l, Los problemas funda mentales de la filos, y del dogma, M adrid, t. V , en los cap. 8-10; X . Zubiui, Naturaleza, historia, Dios, M adrid, 1944, p. 471-510; A . Segovia, Equivalencia de fórmulas en las sistematizaciones trinitarias griega y latina, en Est. Ecles. 21 (1947). 435-478; J . A lo nso, Naturaleza y fundamentos de la gracia de la Virgen, en Est. Mar. 5 (1946), 1. Este A en la p. 35 da la bibliografía de los autores extranjeros. (27) La Spiritualité chrétienne, II. Le Moyen Age, Paris, 1946, p. 158. (28) Idem, l. c. (29) Sobre la influencia del Pseudo-Dionisio, cf. M . Gandillac en su Pré face a Oeuvres complètes du Pseudo-Denys, Paris, 1943, p. 45-60.
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