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A. SÁNCHEZ CABACO - A. RISCO LÁZARO - E. SALVINO GOMES 716 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 697-721, ISSN: 0470-3790 ideales que se tienen como valiosos y a los que la persona deberá contribuir en su realización con una actuación concreta coherente. Por lo tanto, el aula de clases universitaria, en cuanto escenario con- creto de educación, deberá constituirse, en opinión de algunos auto- res (Puig, 1996; Martínez, Buxarrais y Bara, 2002; Zerpa, 2007) como espacio en el que se impartan conocimientos asociados a los saberes científicos y sociales incorporando además los fundamentos para una acción moral y una visión integradora de la vida y del mundo que provean los criterios para estimar actuaciones adecuadas y posi- bles y los criterios para enjuiciarlas y establecer control sobre ellas. El poder de la información deberá asentarse en una vida significativa y a la vez ser soporte de la misma. De este modo la institución edu- cativa se configura como instrumento del cambio social. Una educación descomprometida de la ética y basada en un modelo de neutralidad científica podría conducir a una desconexión entre lo que se sabe y los efectos que produciría ese saber dejando a los educandos a merced del vacío existencial empleando su tiempo y energías en una vida inauténtica. Una educación que no lleve al compromiso con un profundo sentido de la vida no podrá ser calificada de integral, ya que faltaría a una necesidad fundamen- tal del ser humano y a las más altas aspiraciones de su corazón. La “educación para el sentido” deberá promover los espacios para que cada educando caiga en la cuenta de que es necesario construir un sentido para su propia vida y aportar elementos de sentido a la existencia de la sociedad y de la especie humana y, a partir de esta convicción, desarrollar las herramientas intelectuales, afectivas y operativas que les permitan construir día a día su propio proyecto de vida. Asimismo deberá orientar el ejercicio de la libertad y ser capaz de movilizar en las personas la capacidad de autotrascenden- cia para fomentar una ética de la responsabilidad que favorezca el discernimiento de lo que es esencial y de lo que tiene sentido. Los estudios realizados en los últimos años sobre el sentido de la vida en el ámbito educativo (Rage, Tena y Vírseda, 2000; Prats, 2001; Gallego-Pérez y García-Alandete, 2004; Magaña, Zavala, Ibarra y cols., 2004; Gallego-Pérez, 2005; García-Alandete y Pérez Delgado, 2005; Castro, 2006; Cabaco et al., 2007) aportan datos de interés

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