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A. SÁNCHEZ CABACO - A. RISCO LÁZARO - E. SALVINO GOMES 710 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 697-721, ISSN: 0470-3790 ñanza y aprendizaje. Específicamente es clave en temas relevantes y actuales, en perspectiva de una educación que responda a las preguntas existenciales de las personas destinatarias del quehacer educacional. En contrapartida, las tendencias actuales de investiga- ción en los procesos educacionales apuntan a la necesidad de for- mación y actualización docente en esta área. Es obvio determinar la relación entre práctica y pensamiento del profesor (esquemas cogni- tivos), creencias y modelos teóricos (representaciones), para que se puedan optimizar sus aportaciones en el proceso de una educación basada en valores humanos. Seligman (1995) considera que las emociones placenteras, el desarrollo de las fuerzas y virtudes personales y la búsqueda de la felicidad, constituyen el trípode que compone la existencia del ser humano. En este sentido, diseñar una educación que permita a cada sujeto implicarse en ella es imprescindible para aumentar estos niveles vitales. El desafío mayor es, por tanto, ser feliz y mantener constante el nivel de felicidad. Cuando alguien afirma que no es feliz o se basa en una felicidad momentánea que se sustenta en mecanismos para conseguir una vida placentera, esta persona que fundamenta su existencia en estos aspectos efímeros, con certeza acabará sacrificando su felicidad a largo plazo. Para Touraine (1997), el siglo XXI exige la construcción de una escuela social y culturalmente heterogénea, que actúe contra la des- igualdad, la discriminación y la segregación, convirtiéndose en un lugar de adquisición de conocimientos y que permita, igualmente, la reflexividad necesaria. De esta forma, se rescatará la confianza y pertenencia de una sociedad que, desde hace siglos, depositaba y esperaba de la Universidad ser el motor de los valores e ideales dig- nos de ser seguidos. Se hace urgente y necesario pasar de una edu- cación centrada en el individuo (profesional) para poner el acento en la persona (totalidad del ser). Según Csikszentmihalyi (1996, 13), a pesar del inmenso cono- cimiento científico que podemos conseguir en nuestra sociedad de la información, las personas, a menudo, acaban sintiendo que han malgastado su vida y que sus años han transcurrido entre la infelici- dad y el aburrimiento. Por otro lado, incluso sin menos información,

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