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A. SÁNCHEZ CABACO - A. RISCO LÁZARO - E. SALVINO GOMES 706 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 697-721, ISSN: 0470-3790 115). Ambos sentidos, el sentido en término general y el sentido a ras de tierra, se interrelacionan proporcionando consistencia a la personalidad de modo que “ el sentido de cada acción particular se esclarece a la luz del sentido primordial que el sujeto imprime en su existencia, al modo como cada una de las piezas de un mosaico, que tienen sentido aisladamente, adquieren al ensamblarse su pleno significado. Y viceversa, el sentido total se configura a partir del sen- tido concreto de cada una de las respuestas que el sujeto va dando a las diversas situaciones que la vida le plantea a cada momento ” (Ortiz, Prats y Arola, 2004, 79). El suprasentido hace referencia a la dimensión espiritual de la persona y su condición de apertura por la que tiende a salir de sí misma al encuentro de algo que está más allá y que le da consistencia. Frankl considera la espiritualidad como característica constitutiva de la naturaleza humana (fuera de toda connotación religiosa), lo que hace a ésta ser auténticamente humana, sin que ello implique la eliminación de las otras dos dimensiones biológica y psicológica. El suprasentido se explica en relación a la voluntad que tienen todos los seres humanos de hallar el sentido último de su existencia, ese recurso al “ refugio divino absoluto ”. “ Se trata de un sentido integrador, que es superior a todo lo demás; en clave teo- lógica: Dios ” (Lukas, 2004, 43). La dimensión espiritual del hombre es lo que constituye la novedad de la teoría de Frankl en el ámbito de la Psicología y la Psi- quiatría. En 1938 publicaba un artículo en el que postulaba la “ psico- logía de la altura ” como complemento a la “ psicología profunda ” de Freud, subrayando la dimensión noética (espiritual) del ser humano, ampliando con ello el alcance de la psicoterapia en aquel momento (Guttmann, 1998). La formulación de estas consideraciones tienen su base en ese “ laboratorio vivo y banco de pruebas ” (Frankl, 1985, 128) de los campos de concentración donde pudo comprobar que, quien no tiene un punto de apoyo espiritual ni aspira a una meta última en su vida, difícilmente podrá recorrer cada una de las eta- pas que jalonan el camino (Frankl, 1985). Esta dimensión noética constituye el “ tórax médico ” de la Logoterapia ya que contiene los

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