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SUCEDÁNEOS DIVINOS NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 635 tenerse en cuenta que, en el culto de la alabanza, la aclamación del nombre , junto al ser divino del mismo, implicaba al mismo tiempo el reconocimiento de la apropiación y elección del pueblo como “pueblo de Yahvé” (Nm 6,27 ); por otra parte, y como consecuencia de lo apuntado en la razón anterior, en la aclamación de la dignidad del nombre y de su relación inseparable de pertenencia del pueblo a dicho nombre se afirmaba la exigencia de la fidelidad del pueblo de Yahvé a su Dios. Esta doble confesión posibilitaba la renovación de la alianza. El nombre llevaba en su misma entraña la mutua rela- ción de pertenencia : “ Sálvame, ¡oh Dios!, por el honor de tu nombre; defiéndeme con tu poder” (Sal 54,3). El orante espera del sem de Yahvé la ayuda y la salvación que necesita en medio de la aflicción. El nombre es exponente del poder de la revelación , del poder heroico del Dios activo en la tierra. El nombre es, con plena independencia, el signo de la relación de Yahvé con el mundo. y la presencia de Dios en medio de su pueblo elegido. Precedido por la preposición “en”, “en el nombre o por el nombre” el sem es presentado como el instrumento o medio por el cual Yahvé ejercita activamente en el mundo su poder heroico o sus proezas (Sal 66,7; 71,18; 89,14... ) 9 . Esto nos lleva a subrayar que, tanto en los himnos como en los salmos de lamentación, el nombre de Yahvé es utilizado para afirmar la revelación de Dios en el acto cultual de la teofanía. “Oh Yahvé, Señor nuestro, cuán magnífico es tu nombre en toda la tierra. ¡Cómo cantan los cielos tu majestad¡” (Sal 8,2 ). El sem salvaguarda la exclusividad de su poder y, de esta manera, el carácter único de la revelación de la gloria, la cual –en la autopresentación de Yahvé a Israel– se ha convertido en la base del conocimiento de Dios. El nombre del Soberano de Israel se realza con majestuosa grandeza en todo el universo. Con asombro y admiración, el himno proclama el poder inmenso de Dios, que quiso que el pueblo elegido fuera el ámbito de su señorío, el reino en el que él fuera reconocido como soberano. La presentación que Yahvé hace de sí mismo en Israel 9 A. WEISER, O.c. , II , 532-533.- H. J. KRAUS, O.c.., II, 377.

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