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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS 690 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 lo estaba frente a sus imágenes, que rebajarían su señorío, su honor y su gloria. Ni siquiera al Dios invisible que les habló en el Sinaí se le puede venerar en imágenes (Dt 4,12-20). De lo que llevamos dicho hasta aquí se deduce fácilmente la primera razón de la prohibición da las imágenes : dado el significado de la imagen era fácil identificarla con la divinidad y atraer hacia ella la adoración debida a Dios. En el Deuteroisaías es destacada la grandeza incomparable de Yahvé, en cuanto creador y mentor de la historia, frente a todo lo creado ( Is 40,12ss ). El intento de representar un Dios tan poderoso mediante cualquier tipo de imágenes lo empequeñecería. Esta es la segunda razón de la prohibición. Pero ni el carácter de las leyes apodícticas, ni la descripción de la magnificencia de Yahvé hecha por Isaías lograron romper la ten- dencia a identificar la veneración de la imagen con el culto de Baal: “Efraím está atado a los ídolos, déjale” (Os 4,17a) . “Se dieron reyes, pero no elegidos por mí; constituyeron príncipes, pero desconocidos para mí; de su oro y su plata se hicieron ídolos, mas para su per- dición” (Os 8,4-6). “Pero cuanto más los llamas, más se apartan. Ofrecen sacrificios a los baales y ofrendas humeantes a los ídolos” (Os 11,2). En el santuario de Dan el culto a Yahvé le fue dado ante un ídolo o imagen de metal fundido (Jc 17-18); lo mismo ocurrió con el Efod de Gedeón ( Jc 8,22-27 ; el efod era una vestidura sagrada, Ex 26,6-14; aquí es aplicado al nombre del ídolo, tal vez por la vestidura que llevaba. Creemos que en ambos casos el ídolo repre- sentaba a Yahvé. Los dos becerros de oro que Jeroboán mandó colocar en Betél y en Dan por razones políticas, para que el pueblo no subiese a Jerusalén a dar culto a Yahvé ( 1 R 12,25ss ), son imágenes del Dios de Israel. Y no es que Yahvé fuese representado mediante la imagen de un toro, sino que en dicho símbolo se hacían presentes su pre- sencia, su poder y ayuda. Las palabras del rey en su presentación al pueblo así lo demuestran: “Ahí tienes a tu Dios, Israel, el que te sacó

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